Señorita

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—Sí, a tu habitación. —respondió Mía llevándolo de la mano fuera del Salón de eventos.

—Señorita Kalonimos, no puedo llevarla a mi habitación. —declaró Hugh intentando resistirse, pero siguiéndola.

—¿De qué hablas? Y deja de hablarme de usted. —le ordenó deteniéndose cuando estuvieron fuera.

—Estoy trabajando, no puedo llevarla a mi habitación. —respondió soltando su mano.

—Mira gorila, déjate de estupideces y no te dirijas a mí de esa forma, como si no me conocieras, los dos sabemos que me conoces muy bien. —dijo tomándolo por la solapa del traje para atrapar sus labios.

—Mía, esto no está bien. —le advirtió entre el beso.

—¡Oh, cállate y llévame a tu habitación! —ordenó enredando sus brazos en el cuello de Hugh.

—No puedo tengo que trabajar. —se lamentó recorriendo su cuerpo.

—Ven conmigo. —le pidió tomándolo de la mano, caminaron unos cuantos metros antes de entrar por una de las puertas.

—¿Aquí? —preguntó mirando que se trataba de un pequeño almacén donde tenían mantelería.

—Sí. —respondió tomándolo del saco para volverlo a besar.

Hugh no dudo un instante en disfrutar de sus besos al tiempo que sus manos recorrían el cuerpo de la griega, quien enredaba sus manos en su cuello, las grandes manos del guardaespaldas se detuvieron en sus muslos haciendo que enredara sus piernas en él.

—¿Estás segura? —cuestionó Hugh sobre sus labios.

—Muy segura. —respondió con la respiración agitada, quitándole el saco, el cual cayó al suelo.

—Estás preciosa. —dijo mientras sus manos se colaban por debajo del vestido.

—Lo sé. —declaró con presunción, desabrochándole la camisa, para pasar sus manos por el abdomen marcado del gorila, que parecían que había crecido desde la última vez que estuvo con él, sin tan solo pudiera tenerlo completamente desnudo sobre ella, pero podría esperar, tal vez el día siguiente que no estuviera trabajando, pensó volviéndolo a besar.

—princesa presumida. —habló haciendo un lado las bragas y colando sus dedos entre sus pliegues húmedos.

—Dios… Gorila... —lo llamó buscando sus labios con desespero— Así... —gimió dejando sus labios para morder su barbilla.

—Baja la voz alguien podría escucharnos. —le recordó besando su cuello al tiempo que con su mano libre bajaba su cremallera para liberar su dura verga para entrar en ella.

—Hugh… Dios… —gimió sintiendo como entraba en ella lentamente.

—Mía. —gruñó antes de adueñarse de nuevo de los labios de la griega.

—Hugh… Sí… Gorila… Más… Así… Dios… Sí… —gimió mientras lo envolvía completamente con sus piernas y sus manos se aferraba a su gran espalda.

Estocadas suaves y cortas al principio, para luego aumentarlas, penetrándola profundo y rápido, se olvidaron de que alguien pudiera escucharlo, el pequeño almacén se llenó de jadeos y gemidos de ambos.

—Estoy a punto… Dame más… Hugh. —gimió mirando a los ojos.

—Vas a correrte conmigo, princesita. —dijo con la respiración agitada, ates de volverla a besar y embestirla con fuerza.

—Gorila… —gimió sobre sus labios al momento de correrse al mismo tiempo que él lo hacía y la llenaba con su líquido caliente.

—¿Estás bien? —preguntó dándole suaves besos.

MÍA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora