OCHO

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OCHO

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OCHO

La pesada respiración de Shinso Hitoshi, el alumno lavador, rebotaba por las cuatro paredes del salón de entrenamiento. Su trabajada figura, de anchos hombros y fina cintura, se deslizaba como lo haría la de un gato a través del suelo del combate cuerpo contra cuerpo. Con cada impulso, los músculos de sus brazos se tensaban y las espesas venas en ellos se hinchaban, sobresaliendo como los caminos de un mapa. Gotas trasparentes caían por su frente, demarcando su nariz, hasta caer por su barbilla. Su violáceo cabello luciendo opaco al estar mojado en sudor.

Dependiendo del ángulo de la luz que ingresaba por las extensas ventanas, su blanquecina y suave piel relucía al estar perlada en la sudoración. Con sus lavanda ojos entrecerrados para protegerlos de las gotas que caían, esquivaba los ataques de Beth Elenio y dirigía los suyos.

—Vas muy bien, pero sigues dejando expuesto tu costado derecho —señaló, corto de aire pero con energía, y le propinó un golpe seco a las costillas de Lázaro con la parte inferior de la palma de su mano.

Beth Elenio largó todo el aire de sus pulmones a la par que se lanzaba hacia atrás, apartándose lo máximo posible del lavador de cerebros para poder recuperar el aliento. Su pelo encrespado, atado en un apurado rodete, comenzaba a caer frente a su visión después de casi dos horas seguidas de entrenamiento. La apretada remera que cubría su torso ya no era suficiente para absorber su sudor, la tela poco a poco adoptaba un tono oscuro, mojada por sus parches de traspiración.

Las vendas que envolvían los nudillos de Shinso lucían sueltas luego de haber acertado tantos golpes, mientras que las suyas se sentían como yeso en torno a su piel. Su don aún no había hecho su magnífica apariencia, obligándola a enfrentarse a su pésimo estado físico.

Para empeorar la situación, el corte en la palma de su mano ardía como el infierno al absorber el sudor pese a estar metódicamente envuelto por los dotes medicinales de Recovery. Debía comenzar a estar más atenta a su alrededor, para no repetir el accidente.

—No te estás tomando el entrenamiento enserio —masculló el héroe, relajando su posición con desgano. Beth lo miró, queriendo quemarlo con solo sus ojos al no poder moverse sin quejarse del dolor muscular—. ¿Qué? Vamos, Elenio. Muéstrame de qué estás hecha.

Apartando y encerrando en una cajita mental cada estímulo doloroso que arribaba a su consciencia, Beth no demoró en lanzarse sobre Shinso, soltando un gruñido que sonó como un patético y lamentable graznido. Golpe tras golpe intentó que al menos uno de todos se encontrara con la dureza de Hitoshi, pero Shinso era voraz. Su entrenada figura se movía de izquierda a derecha, tensando músculos que Beth ni siquiera sabía que existían, moviéndose con tanta fluidez y elegancia que a Lázaro no le quedó más remedio que empezar a gritar, lanzando puñetazos sin pensar.

Shinso sonrió.

—Eso es, déjalo salir... Concéntrate en la adrenalina, Beth. Enfócate en lo bien que te hace sentir, en cómo aclara tu mente y despeja el peso en el pecho... Eso es... Muy bien, estás haciendo un trabajo estupendo...

𝐉𝐔𝐃𝐀𝐒 [𝐀𝐢𝐳𝐚𝐰𝐚 𝐒𝐡𝐨𝐭𝐚]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora