CATORCE

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CATORCE

Shinso Hitoshi guardaba silencio mientras observaba a Billy Walker y Beth Elenio finalizar el entrenamiento de la mañana. El sol del pasado mediodía iluminándolos con intensidad y calidez, asegurándose de que los ojos brillaran y la piel centellara. Tanto el ángel de la muerte como el manipulador de energía emanaban una especie de cansancio fusionado con entusiasmo, pero Beth superaba al pelirrojo por creces. Ella se había convertido en una bolsa de jadeos, sudor y agotamiento, pero no perdía la sonrisa. Incluso después del incómodo intercambio con Shota, no permitió que la esperanza y la felicidad por aprender la abandonaran.

Billy, por otro lado, si bien no cargaba con ni una gota de sudor en su atlético y juvenil físico, no tenía inconvenientes en tocar el de Beth. Con el ceño fruncido y los brazos cruzados, Shinso esperaba con impaciencia a que el pelirrojo diera por finalizada la despedida.

Por más de desear involucrarse, el regocijo en la expresión de Beth lo mantenía contra la pared, forzándolo a trabajar en su paciencia y tolerancia al dolor, pues su pómulo en ningún momento dejó de palpitar y quemar, enviándole dolorosas descargas eléctricas ante cualquier esfuerzo de expresión. Deseaba abandonar el gimnasio y sumergirse en una heladera colmada en hielo para aplacar el calor de la zona golpeada.

—Lo has hecho más que bien, venadito. No esperaba menos de ti —oyó a Billy e inevitablemente rodó los ojos, agradeciendo por dentro el no estar en la vista directa de ninguno.

—¿Enserio? —Los tormentosos orbes de Beth se asemejaron tanto a los de un inocente animal que Shinso tuvo que parpadear para desprenderse de la comparación, estremeciendo voluntariamente sus extremidades en un intento de quitarse la extraña sensación—. ¿Enserio piensas eso?

—¡Claro que sí! Desde que te vi, no dudé de tu capacidad sino que desde el minuto uno supe que podrías hacerlo —afirmó Billy Walker, dándole un cálido abrazo a Lázaro, quien apenas lograba mantener las lágrimas de emoción a raya—. De hecho, puedes hacer cualquier cosa que venga a tu mente, Beth. Deja de dudar de tu propia capacidad, porque con esa mentalidad jamás alcanzarás tus metas.

—Gracias, Willia...

—Billy —la detuvo, posando su mano en el cubierto hombro—, dime Billy.

—Gracias, Billy, gracias en verdad —agradeció con la mano en el corazón, secando con la manga de su buzo el sudor que caía por su frente. Shinso tensó su mandíbula al verla tan acalorada. Hasta no conocer las verdaderas intenciones de William y todo lo que representaba, le aconsejó mantener ocultos los tatuajes, forzándola a sofocarse—. No sabía cuánto necesitaba que me lo recordaran hasta que lo dijiste...

«Desde que pudo regenerar su mano no ha dejado de sonreír —reconoció el héroe lavador de cerebros a la distancia, pegando sus brazos a su pecho con más presión de la necesaria—. Por más que me incomode aceptarlo, William hace un buen trabajo explicándole cómo convocar su poder. Gracias a él, ella está feliz a pesar de que, una vez más, Aizawa no haya podido acompañarla. Está realmente feliz... y pálida, muy, muy pálida... ¿Cuándo fue la última vez que comió?».

Despegó su espalda de la pared y caminó hasta la dupla sin culpa, pese a sus pensamientos minutos atrás. Sí, le dolía interrumpir la dicha de Beth al haber aprendido a convocar una mínima parte de su don, pero le dolería más saber que por su culpa se llevó hasta el límite luego de entrenar por horas sin descanso y sin comida.

—Es hora de que Beth almuerce, que ingiera algo más que café —intervino, posicionándose junto a Lázaro, jamás descruzando sus brazos. Sus hipnóticos ojos bailaron hasta los de William—. Gracias Billy por haberte tomado la molestia de...

𝐉𝐔𝐃𝐀𝐒 [𝐀𝐢𝐳𝐚𝐰𝐚 𝐒𝐡𝐨𝐭𝐚]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora