VEINTICUATRO

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VEINTICUATRO

En el momento en que sus rojizos ojos se posaron sobre el marco de la puerta y contó a diez agentes arrojándose a él, sus piernas cedieron, ocultándolo detrás del escritorio en la velocidad de un parpadeo.

Antes de poder pensar con claridad el plan de acción, su instinto y entrenamiento lo golpearon, adueñándose de sus acciones y decisiones como si hubiera nacido para la batalla.

Asomó su rostro por la izquierda, mirando a los hombres, y sus manos actuaron por cuenta propia, afianzando el agarre sobre el caliente metal de las pistolas. Ambos cañones apuntaron hacia abajo, apenas sobre el nivel del suelo, y disparó.

Los disparos rebotaron entre las cuatro paredes, el olor a pólvora quemada se apoderó de la sombría oficina, sobrepasando el aroma de aceite de cedro, y cinco agentes cayeron al suelo entre gritos y jadeos. Todos se sujetaban los talones y tobillos, rodando por la alfombra, intentando no desmayarse al vislumbrar las conexiones entre sus piernas y pies reventadas por las precisas balas.

Aizawa no perdió tiempo en ellos. Lo importante era que estaban inutilizados, no podrían levantarse por más de desearlo con todas sus fuerzas.

Enfrentarse con hombres carentes de dones le provocó una oleada de sentimientos contradictorios entre sí. Por un lado, se sentía profano, incorrecto batallar con agentes que estaban en clara desventaja al no tener el gen de los poderes evolucionado cuando él sí. Por otro, no podía evitar experimentar un profundo alivio triunfal. Él, a comparación de ellos, era un gigantesco tiburón. Nunca podrían vencer contra el símbolo del anti-poder criado en el Infierno sobre la Tierra.

Sin darle tiempo a sus colegas en comprender lo que le acababa de hacer a los cinco en el suelo, saltó por encima del escritorio y aterrizó frente a los cuatro restantes, guardando ambas pistolas nuevamente, metiéndolas entre su pantalón y cinturón.

Con su mano rojiza e inflamada cubierta de abscesos envolvió la nuca de uno de los agentes y lo impulsó hacia la pared más próxima, asegurándose de ejercer todas sus fuerzas. No lo soltó en ningún momento, sino que se impulsó con las piernas para que la cabeza del hombre impactara de lleno contra los ladrillos. El cráneo del agente sonó como un huevo lo haría al quebrarse, cediendo ante la dureza de la pared, quebrándose. El hombre cayó al suelo sobre su charco de sangre, inconsciente, y Aizawa no se dejó llevar por el triunfo.

Aún quedaban tres.

Dos de los agentes restantes tomaron la equivocada decisión de colocarse uno delante del otro, como si hicieran fila para atacar al imbatible Eraserhead. Aizawa sonrió y, concentrando su fuerza en sus piernas, se abalanzó sobre el primero en la fila, llevándose por delante al segundo con la espalda del primero.

Sus ojos brillaron, deslizándose con fluidez hacia la única ventana de la oficina. Era lo suficientemente alta como para que un cuerpo adulto pase por ella. Lo más probable era que el mismísimo Hawks la utilizaba para entrar y salir del edificio.

Torció su cuerpo y empujó con más vigor a ambos hombres. No escuchó sus insultos, tampoco sus gritos y aún menos sus súplicas. Su mente centrada como la de un animal persiguiendo a su presa para sobrevivir. No había lugar para terceros, no si quería encontrar a su alma gemela.

Finalmente impactó contra la resistencia del vidrio y sus entumecidas piernas tomaron envión para impulsar el último gramo de fuerza necesaria para superar la barrera. El vidrio comenzó a quejarse, enseñando pequeñas grietas, apenas visibles, y su maquiavélica sonrisa se expandió.

El agente en medio de él y el tercero lo golpeaba en la espalda con visible desesperación y terror, prediciendo las intenciones del héroe, pero Aizawa no le prestó atención. Gruñó y aumentó su ataque justo a tiempo para que el vidrio contra la espalda del tercer hombre cediera, reventando en miles de filosos pedazos.

𝐉𝐔𝐃𝐀𝐒 [𝐀𝐢𝐳𝐚𝐰𝐚 𝐒𝐡𝐨𝐭𝐚]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora