VEINTITRÉS

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Espero que este capítulo les guste tanto como a mí

VEINTITRÉS

Shota se detuvo frente a la amplia y alta puerta de madera color caoba, limitándose a observarla. Fijándose en los detalles en la madera, rasguños, hendiduras, quebraduras, todo lo que sus ojos pudieran divisar con tal de retrasar al máximo lo inevitable.

No fue difícil encontrar la oficina del halcón, más bien lo contrario. Las oficinas alrededor de la maltratada puerta estaban metódicamente abandonadas, vaciadas a las apuradas y sin preocupación. Había un antiguo pueblo dejado de lado en medio de una guerra, con sus habitantes espantados por los destrozos y energías que emanaban de la zona bombardeada.

La zona peligrosa, colmada en energías negativas, mala suerte, desolación y desesperanza siendo, por supuesto, la oficina del antiguo héroe alado.

No necesitó encontrar en el suelo, bajo el marco golpeado por lo que parecían ser puntas de costosos zapatos, una cinta que solía ser amarilla en donde se leía: «Prohibido el paso. Investigación en curso» para estar seguro de dónde se hallaba.

Las señales eran evidentes. Los maltratos en la puerta del héroe representando la pérdida de respeto entre los agentes del gobierno, tratándose de puñetazos, patadas, rasguños, escupitajos e intentos de demoler la madera hasta los cimentos. El metódico abandono de la mayor cantidad de agentes del piso treinta, un abandono veloz, insensato e instintivo; como si la traición del alado pudiera, de alguna u otra manera, ser contagiosa. Y, por último, la cinta arrancada de la madera, pisoteada por lo que parecían ser botas embarradas y empujada hacia la hendidura de la puerta le dejó en claro todo lo que necesitaba saber.

Llevó su ampollada mano al picaporte e ignoró el escalofrío que lo recorrió de pies a cabeza, asentándose en su pecho con una sensación familiar pero que igualmente detestaba: la ansiosa alerta.

Al ingresar, lo primero que absorbió de la oficina fue su simpleza, sencillez y ajenidad. Era tan básica y ordinaria como si nunca hubiera tenido un dueño, y se tratara de una imagen en un catálogo de muebles costosos. Estaba espantosamente escindida de todo lo que Hawks parecía ser en sus publicidades, entrevistas, patrullas y persona en general.

Las paredes estaban pintadas por un apagado color gris y el suelo alfombrado era de un tono negro gastado por el sol. Tenía los muebles justos y necesarios, tratándose de un escritorio, una silla, un pequeño sillón y un alto armario negro. No había plantas, tampoco fotografías, pero los únicos tres cuadros colgados le dieron esperanzas a Shota. Sin embargo, al ver que en realidad eran marcos para colocar fotografías que Hawks nunca se tomó la molestia de hacer, la realidad lo golpeó en el estómago. Lo más probable era que se trataran de regalos por parte de sus colegas de piso, y Hawks creyó que la imagen era el cuadro en sí, o no quiso perder tiempo en elegir alguna fotografía.

Shota dio un paso más, cerrando con delicadeza la puerta a su espalda, y tomó aire, llenando sus pulmones hasta el tope. Había dejes de aroma a productos de limpieza, como lavandina y limpiador de vidrios, pero había un olor que superaba al resto. Le recordó al bosque, a los árboles, la vegetación, los animales. La libertad.

Al tercer minuto dentro, olfateándolo y reconociéndolo, lo clasificó como aceite de cedro.

Sus ampolladas manos temblaban imperceptiblemente, agitándose a los costados de su cadera. No quería entablar más conexiones con el alado, pero era innegable la similitud que compartía con él. Su propia oficina, allá en la agencia, era casi imposible de diferenciar con la de Hawks.

Ambas reservadas, sin pincelazos de sus vidas privadas, tan frías que podrían desaparecer y otro los reemplazaría sin demora.

Agitó sus hombros, desprendiéndose de la incómoda sensación, y sus ojos volaron hasta el sillón individual que estaba contra la pared, junto a la ventana. Sobre el almohadón negro y plastificado había un ramo de flores, tan muertas y gastadas que le resultó imposible reconocer de qué tipo eran. Ya no le quedaban pétalos al ramo, el color transitaba entre el verde oscuro y el marrón intenso, y tenía el aspecto de convertirse en polvo ante el menor de los soplidos del viento.

𝐉𝐔𝐃𝐀𝐒 [𝐀𝐢𝐳𝐚𝐰𝐚 𝐒𝐡𝐨𝐭𝐚]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora