DIECINUEVE

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DIECINUEVE

Beth Elenio abría camino a través de los héroes con su filosa apariencia y determinante mirada maquillada, iluminada por el grandioso sol del mediodía. A su espalda, el intimidante lavador de cerebros le seguía el ritmo, luciendo como una violácea sombra infernal, devota a la ira de Zeus.

Los héroes, desperdigados alrededor del jardín del edificio central, pausaban sus descansos y almuerzos con tal de posar sus ojos en la interesante dupla. Ninguno alguna vez observó a Shinso Hitoshi sonreír —o, dado al caso, lucir vivo—, pero ahí estaba: caminando con una enorme sonrisa de oreja a oreja bajo el intenso sol sin la necesidad de sus anteojos polarizados, nada más ni nada menos que detrás de una muchacha con aspecto rebelde y filoso.

Beth se detuvo frente a la puerta doble para torcer su cuello y mirar al héroe de hebras lavanda. Pero él no le devolvió la mirada, estaba ocupado absorbiendo los rayos de sol con una sonrisa en sus labios y sus ojos cerrados. Su piel por fin lucía un tono rosado y las ojeras aparentaban haberse tomado un recreo. Nada en él emanaba interés en ingresar al edificio a pesar de que él haya sugerido la idea de almorzar antes del entrenamiento diario con Billy.

—¿Qué sucede? —Inquirió y, pese a haber mantenido un bajo tono de voz, Shinso se estremeció, como si por unos momentos se hubiera olvidado de su existencia, lo cual la extrañó aún más. Shinso nunca se olvidaba de ella. Pasó su peso de una pierna a la otra y achinó sus ojos. La migraña, si bien se había ido, podía regresar si abusaba de su tolerancia—. Estás distraído, ¿por qué?

De inmediato sus mejillas se ruborizaron y volvió a palpar su nuca. Un ademán que, desde que abandonaron el balcón, no pudo dejar de hacer; o al menos eso notó Beth.

—Es difícil de explicar... Y no quiero incomodarte —replicó, haciéndose oír entre las risas, charlas y chillidos de los jóvenes héroes disfrutando del mediodía en la agencia. Beth pensó que era la primera vez que veía a Shinso entre tanta gente y con una sonrisa.

—No lo harás —prometió sin demorar, acercándose hacia él. Shinso observó a su alrededor y, al cabo de unos segundos, destensó sus hombros y suspiró.

Beth sonrió al saber que había ganado, pero nada podría haberla preparado para la honestidad que bañó las palabras del amable y calmado Shinso Hitoshi.

—Puedo... Puedo escucharlos —susurró. Sus violáceos ojos rozaban los suyos de a breves momentos, casi inexistentes, como si temiera presionarla con la claridad y verdad en ellos. Como si ya no lo hiciera con su deslumbrante y sincera sonrisa—. Por primera vez en años puedo escuchar los gritos, risas, conversaciones... y no querer arrancarme los oídos en el proceso.

Un lastimero sonido salió de su garganta al oírlo. El intenso sol formaba una aureola en torno a su violácea cabellera y las carcajadas en el jardín rebotaban contra los árboles y edificios. MindHunter jamás lució tan angelical, ciñéndose sobre ella con su abrumadora altura y anchos hombros.

—La consecuencia de mi don no me permitía quedarme por mucho tiempo en zonas ruidosas. La migraña... dolía demasiado —continuó, fijando sus ojos en sus manos, las cuales jugueteaban con lo que le pareció ser una navaja, salvo que no estaba segura ya que se movía demasiado rápido y reflejaba los rayos del sol, cegándola de a momentos—. Pero ahora que te deshiciste de ella, puedo escucharlos. Escucharlos de verdad.

Sus tatuados brazos actuaron por cuenta propia, envolviéndose en torno a la trabajada figura que le llevaba más de una cabeza de altura con fuerza y amor. Sus propios ojos, representantes de la ira del Dios del rayo, se colmaron en lágrimas de emoción sin su consentimiento.

𝐉𝐔𝐃𝐀𝐒 [𝐀𝐢𝐳𝐚𝐰𝐚 𝐒𝐡𝐨𝐭𝐚]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora