"Que la vida me perdone las veces que no la viví"
Contra todo pronóstico el viaje había sido calmado, aunque en italiano la gran mayoría, ¡qué ganas de ponerle subtítulos a todo el mundo!
Roma era tan hermosa como la habían pintado en meses pasados, era como estar en un sueño romántico, solo que sin pareja.
Agradecía al cielo que me hubiera mandado a Ivet, si no fuera así, probablemente estaría tirada en alguna de las calles que pasaban frente a mis ojos, llorando y buscando en qué lugar viviría los siguientes días.
No tenía muy claro cuando me iría, pero sabía que si volvía a mi hogar volvería a ver a André, y no estaba lista para ello, ni para recibir pesar, odio recibir pesar.
—Ya está —dijo ahora en Inglés Ivet mirándome con una sonrisa—. Llegamos.
Mi cabeza se fue como un resorte al lado derecho por la ventana, nos habíamos aparcado al lado de una gran y hermosa casa de color verde, con un patio tan grande que me obligo a preguntarme ¿para quién alguien tendría uno de esos?
Parecía zona residencial de la ciudad, y me sentí afortunada de caer en las manos de alguien tan bondadoso, era una completa locura. Mark empezó a bajar las maletas del bahúl.
—Te enseño la habitación y mientras te instalas podré pedir una Pizza para esta noche ¿Si?
—¿No sabes cocinar? —pregunté con una sonrisa burlesca a Ivet, ella se sonrojó un poco pero se rio.
Estaba a punto de contestarme hasta que a su lado Mark, el piloto tocó suavemente su ventana, le abrió la puerta y su nivel de sonrojo subió de una manera casi imaginaria. Entrecerré mis ojos notando que lo de ellos no era una simple amistad.
Entré a la casa observando todo a mi alrededor, cada pequeña foto, cada pequeña decoración, claro que era un poco difícil, ya que había demasiadas, demasiadas fotos, cuadros sin sentido, lámparas, jarrones innecesarios, y sus sillas eran de colores, igual que la mesa.
—Parece que un unicornio vómito aquí —comente para mi misma en voz baja sorprendida de la cantidad de cosas sin sentido que salían de todos lados.
Ivet me dio una mala mirada y Mark me pidió un poco de más respeto en tono divertido, siguiendo a la mujer y observando con una mueca de confusión todo el lugar, incluyendo una cabeza de león que salía de la pared sobre uno de los sillones. Ambos nos dimos miradas extrañadas, pero continuamos con el recorrido tras Ivet.
Dos horas más tarde después de mostrarnos toda la casa, y después de haberme instalado con mis pertenencias me encontraba en el piso de la sala escuchando una anécdota interesante de parte de Ivet y Mark sobre la escuela.
Claramente ellos no eran un buen ejemplo a seguir, se mofaban de cómo se escapaban de la escuela y como una vez le jugaron una broma pesada a Irisha, la hermana un año mayor de Ivet, la que estaba loca.
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El Espacio Entre el Cielo y la Tormenta (BORRADOR)
Любовные романы¿Cuánto espacio hace falta para encontrarte? ¿Cuántas tormentas has pasado y para cuantas más estás preparada? La vida es, en sí, un cúmulo de fenómenos meteorológicos, a los que, si tienes suerte, puedes sobrevivir, pero, ¿Cómo hacerlo sin morir...