Capítulo Dieciocho (parte uno)

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"Desordéname los planes que yo entretengo la vida."

-Janiela Cid

Estaba ayudándole a Haruki a grabar su coreografía para el festival en el momento en el que nos interrumpió Elijah con una mueca de preocupación en su rostro. Sentí algo extraño dentro de mí.

—Roma —dijo apuradamente y sentí un vacío en mi estómago, instintivamente me puse en pie. Todos permanecíamos un poco alertas de las personas nuevas que llegaban a la casa, porque todos habíamos pasado por ahí. Todos nos hemos sentido rotos en muchas ocasiones.

Aunque Roma era, para mí, un caso especial.

—¿Qué sucede? —preguntó también Haruki mostrándose preocupada y deteniendo la vibrante música.

—No estoy muy seguro, está con Kath en uno de las bodegas —inmediatamente lo seguimos mientras salía de la habitación apurado, moviendo sus manos nerviosamente y explicando un poco la situación.

Sabía que ellos se llevaban muy bien, ella les agradaba a todos, era una chica especial, demasiado amable, muy dulce e indefensa. Sabía que era el tipo de persona que está todo el tiempo intentando ver que los demás estén bien y se descuida a sí misma.

Más de una vez la había visto con la mirada perdida y esa mueca en su cara que me hacía tener ganas de abrazarla, sin embargo, parecía reacia a mí, y lo comprendía, el primer día había sido terriblemente odioso, creo que fue porque note lo hermosa que era. Me asuste.

Caminamos hasta la bodega indicada y pude ver como en el fondo del lugar había dos personas tiradas en el piso, casi como si Roma hubiera caído desplomada repentinamente encima de Kath y hubieran quedado ahí en el piso, inmóviles.

—¿Qué sucede? —pregunté acercándome a ambas. Pude notar que Roma estaba durmiendo. Se veía muy tierna.

—Creo que estaba en una crisis ansiosa cuando llegué —Kath se encogió de hombros—. Parecía que se estaba muriendo, no respiraba bien y estaba pálida. No paraba de llorar.

Asentí y escuche de fondo que Elijah le preguntaba algo a Kath, sin embargo, no les presté demasiada atención, simplemente me senté en el piso en frente de ellas, sus pequeños ojos cerrados e hinchados de tanto llorar.

Pase mi mano por su cabello, y lleve uno de sus mechones a la parte de atrás de su oreja libre, sin poder evitarlo mi mano se deslizó por su cara hasta sus labios. Suspire. Era tan difícil aguantar la tentación.

Constantemente me estaba regañando a mi mismo, por estar con ella todo el tiempo, por saludarla todas las mañanas antes del desayuno, por ponerme nervioso y no poder verla a la cara, por no poder perdonar el pasado y así dar la vuelta a la página.

Roma era como un hermoso rayo de luz que se había colado de repente por mi ventana y había iluminado todo lo que estaba gris, como si de repente hubiera pintado cada pequeña parte de mis días con sus pequeñas manitas.

Aunque todo se sintiera gris ella parecía darle aquel color, aquella belleza, con su simpatía y especial forma de ser me hacía apreciar cada pequeña cosa de ella, me hacía ser esa persona que habla y ríe, que realmente disfruta el tiempo a su lado.

—Yo la llevo a su habitación —interrumpí la conversación de mis amigos, me puse de pie y limpié un poco la arena de mi pantalón.

Kath me vio confundida, sin embargo, ignorando su mirada yo me agaché un poco y la levante hacia mis brazos, cargándola como recién casados. Caminé hacia la salida y me dirigí decidido a la casa ignorando a mis tres amigos confundidos dentro de la bodega.

Ella se acomodó mejor entre mis brazos y yo me detuve durante un segundo, sus manos agarraron mi camisa arrugándola y murmuró algo por lo bajo, acercando más su cabeza a mi cuello.

Suspire levemente. Camine hacia su a habitación lentamente, sintiendo su mano contra mi corazón, haciendo más evidente lo rápido que este latía y lo peligrosamente feliz que me hacía estar con ella, incluso dormida podía maravillarme de como sus mejillas se inflaban un poco cuando respiraba profundamente.

Al llegar a su festiva habitación la deposité en su cama lentamente, se veía como una pluma cayendo lentamente. Tan delicada y hermosa, traía una blusa que dejaba ver levemente sus hombros llenos de pecas desnudos y aquello me volvía loco en todo sentido posible, era como analizar la más hermosa sinfonía jamás creada.

Parpadeé lentamente, intentando no hacer ruido para no despertarla, relamí mis labios y me senté en la pared al lado de su cama, observando en silencio como se acomodaba.

A veces me sentía completamente perdido en las cosas, como si de repente todo fuera ajeno a mí, como si me dejara llevar por una rutinaria vida, por ello me encantaba cambiar de lugares constantemente, por eso viajaba con mamá, por ello vivía en Italia, porque me sentía perdido.

Entonces llegó Roma, la que me hacía sentir una cantidad de emociones y colores sorprendentes, la que me hacía sonreír hasta con las más pequeñas cosas que hacía, con las cosas que hablaba conmigo, cuando se emocionaba por las pequeñas casualidades o cuando reía, hasta cuando lloraba a mi lado, como si yo fuera lo suficientemente importante como para ver aquello de ella, algo tan sublime.

Suspire, me sentía cansado e insuficiente, atemorizado por sobre todo, y me dolía la cabeza de tantas vueltas que me daba últimamente. Roma era lo único por lo que pensaba que valía la pena arriesgarme, y, sin embargo, estaba jodidamente asustado.

—Había una vez —susurre levemente—, un príncipe que no sabía serlo, que quería ser valiente pero no podía. Un príncipe asustadizo al que nadie quería —cerré mis ojos y me deje descansar en la pared, me sentía en paz hasta cuando ella dormía—, pero llegó una princesa, una hermosa princesa que le asustaba con su valentía, una princesa tan rota que no podía ver que cada pequeña pieza la complementaba.

Una lágrima se deslizó por mi mejilla sin querer y la limpié rápidamente, no quería sentirme débil, pero inevitablemente lo hacía, porque me sentía cómodo con ella por primera vez en mi vida, por primera vez me dejaba ser, pero aún estaba aquella lucha, entre ser lo que quería y ser lo que me había prometido ser cuando era un vulnerable y lastimado niño.

—Este príncipe asustado espera que algún día todo esté bien, y pueda tener finalmente a su princesa —abrí los ojos y la vi, descansando, tranquila, silenciosa, en paz—. Espero que seas la princesa.

Suspire. A veces los príncipes no eran valientes, ni las princesas débiles.

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Buenos días/tardes/noches.

Primer capítulo del año. No publiqué el lunes, pero hoy hay dos caps y solo Dios puede juzgarme, así que solo disfruten y sigan adelante (consejo para toda situación en general).

Que les guste el cap, la narración de Ethan y que la vida les trate lindo en este nuevo año.

Benvenuti 2023.

No nos veíamos desde el año pasado (para seguir demostrando lo divertida que soy), y nos vemos el viernes. Ah y en la segunda parte.

Gracias por leerme 💛.

El Espacio Entre el Cielo y la Tormenta (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora