Capítulo Trece

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"Hoy es siempre todavía

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"Hoy es siempre todavía."

La noche anterior habíamos llegado demasiado tarde, después de comer pizza en el lugar al que suelen ir siempre, me presentaron con el Chef y luego de una larga y complicada conversación en un inglés extraño, nos trajeron en auto hasta la casa.

Había pasado las últimas horas, después del desayuno ayudando a Ethan a intentar arreglar su motocicleta, tarea en la que fallamos principalmente porque yo no podía parar de reír por las caras que él hacia concentrado, fue realmente divertido.

—Elijah —hablo Irisha y su hijo la miró atento—, bendice la mesa, por favor.

Todos se tomaron de las manos, y desgraciadamente, la mía fue tomada por Ethan, que sonrió con suficiencia al hacerlo, seguidamente todos cerraron sus ojos.

Hacía unos días había descubierto la manía de Ethan por molestar mi mano cuando estaba con la suya, sabía que le gustaba enfadarme, pero estaba sobrepasando mis límites de paciencia.

—Dios mío, te doy gracias por este maravilloso día, por el aire, el sol, y todo lo que nos rodea —abrí un poco mi ojo para observar, y pude ver a Izan jugando con sus manos, el resto tenían sus ojos cerrados y la cabeza levemente inclinada—. Te agradezco por la compañía.

Sentí como uno de los dedos de Ethan hacían cosquillas en mi mano, por lo tanto la revolví.

—...gracias también por los alimentos en la mesa —su mano siguió haciendo cosquillas y la apreté—, por la vida de Evane —siguió con sus molestias, entonces abrí los ojos y le di una mirada enfadada, él solo sonrió retadoramente.

—...por favor cuida a los pobres y dales de comer —pise con todas mis fuerzas al irrespetuoso a mi lado que soltó un pequeño gemido de dolor—. Te lo pedimos todos en tu nombre, amén.

—Amén —repetimos todos en voz alta.

El pie del idiota a mi lado me pisó de vuelta, y vaya que me dolió.

—¡Au! —me quejé en voz alta y lo miré mal, sin embargo, llamé toda la atención a mí, cosa que debería evitar.

—¿Pasa algo, linda? —preguntó el tipo a mi lado en tono cínico, con una gran sonrisa.

Negué, pero le regale una patada por debajo de la mesa, a lo que él respondió poniendo una mano en mi pierna.

Movimiento inesperado.

Lo mire, sin embargo, él escuchaba atento el sueño que relataba Haruki.

—¿Qué haces? —le pregunté en un susurro.

—¿De qué? —preguntó él con un falso tono de inocencia.

—Tu mano debe estar sobre la mesa, no en mi pierna —susurré de vuelta, empezaba a enfadarme.

El Espacio Entre el Cielo y la Tormenta (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora