"Porque no vivo en mi pasado ni en mi futuro.
Tengo solo el presente y eso es lo que me interesa"
El aire por todo mi rostro, las personas que parecían algo más al lado de toda la belleza que desprendía el paisaje a mi alrededor.
El místico y tan maravilloso coliseo se levantaba frente a mí, como una película. Se veía tan imponente y sublime, con una arquitectura que parecía irreal y un montón de historias tatuadas en esos bloques que me hacía sentir tan diminuta que asustaba un poco.
Acerqué el inhalador a mis labios, y sentí aire llegar a mis pulmones, mientras analicé cada parte del coliseo.
No había muchas personas a mi alrededor, apenas había luz de las lámparas que mostraban el camino de las calles, una pequeña parte del sol empezaba a alzarse en el horizonte, y yo me sentía tan viva que dolía.
Dolía por qué no era lo que esperaba, y siempre había tenido más expectativas de las que debería, y aunque, esto era hermoso no podía disfrutarlo, porque me sentía sola, y esa era la venda que tenía en mis ojos, que no me permitía disfrutar.
Una lágrima salió de mi ojo derecho y recorrió mi mejilla, lo imponente del coliseo frente a mí me permitía llorar tranquilamente, mis problemas casi parecían del tamaño de este.
Me senté en el piso y suspiré, puse mis manos en mis ojos y me deje descansar, sacar todo lo que tenía dentro desde hacía mucho tiempo, estire mis manos hasta alcanzar mis pies, y me quedé en esa posición, mi respiración era irregular pero controlada.
Estuve en la misma posición por lo menos diez minutos, mientras que las personas pasaban y los carros aumentaban, algunos yendo al trabajo y otros turistas ansiosos de disfrutar Roma por completo.
Sin mucho esfuerzo me levanté y permití a mi cuerpo dejarse llevar por la música y mis pasos, no tenía idea de a dónde podría llegar pero solo corrí.
Me relajaba hacerlo, corriendo todo pensamiento se iba, me tranquilizaba, solo observaba y cantaba a ratos, la vida parecía más fácil corriendo. Pero era la vida la que realmente parecía correr.
Me parecía que corriendo al menos tenía el poder sobre mis acciones, podía controlar a donde iba, que hacía, mi ritmo, mi todo, era más controlable, en especial lo que más me frustraba, yo podía decidir cuando detenerme, ya que constantemente tenía la sensación de querer tocarle el hombro a la vida y pedirle que se detuviera un poco.
Estaba cansada de correr la vida. Y al menos cuando yo llevaba el ritmo de mis pasos podía decidir cuando detenerme.
Mi abuela solía decirme que si me sentía agobiada tenía que cambiar, parar en medio del camino, girar ciento ochenta grados en mi eje y correr en dirección opuesta, hasta encontrarme, o encontrar lo que buscaba.
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El Espacio Entre el Cielo y la Tormenta (BORRADOR)
Romance¿Cuánto espacio hace falta para encontrarte? ¿Cuántas tormentas has pasado y para cuantas más estás preparada? La vida es, en sí, un cúmulo de fenómenos meteorológicos, a los que, si tienes suerte, puedes sobrevivir, pero, ¿Cómo hacerlo sin morir...