Capítulo Ocho

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"¿Por qué debería estar triste? He perdido gente que no me amaba

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"¿Por qué debería estar triste? He perdido gente que no me amaba. Pero ellos perdieron a alguien que los amaba"

-Mario Benedetti

Como me esperaba la casa era grande, qué digo grande, era inmensa, gigante, enorme.

A lo lejos se podía observar un gran jardín de flores delante, que bajaba por toda la colina que tenía en la cima la casa. Cuando él parqueó el auto pude divisar a al menos unas veinte personas, tomaban algo frente a la casa.

Trague saliva, me limpie las manos en el pantalón y me prepare para hablar con las personas que allí estaban, tenía que admitir que mi miedo iba aumentando al pasar el tiempo.

—¿No vas a venir? —me gritó a unos pasos míos, delante de mí, tapándose la cara para poder verme contra el sol—. Si no te apresuras estos deliciosos labios tendrán que partir sin ti.

Le mostré mi dedo de en medio y mi conciencia me regañó por mal educada. Me acerqué a él y tomé una de mis maletas en mi mano, sacándola sin amabilidad de la suya, él solo rio y me observó pasar por su lado.

—Vaya —comente en voz alta para mí—. Cuántas personas.

—Relájate, ninguno es tan guapo como yo.

Divise al chico de saco rojo y alce las cejas —Yo apuesto que si —murmure solo para molestarlo.

Pude ver que lo logre, porque en los siguientes segundos el solo camino con una mueca seria en la cara, como unos minutos antes cuando nos habíamos conocido.

—¡Roma! —grito Irisha haciéndome saltar en mi puesto, vi como se acercaba a mí con los brazos abiertos, parecía que las personas aquí no tenían muy claro el concepto de espacio personal.

Me abrazó y pude ver como los ojos de todos se pusieron sobre mí, al parecer exageraba cuando vi a veinte personas arriba, tan solo eran unas ocho, sin embargo todas me miraban.

—¿Estás bien, linda? Yo le dije a mi hermana que no era buena idea mandarte en ese cachivache, sin embargo ella es muy terca, por Dios, espero no te haya causado ningún daño —me guio hacia las personas—. Te instalaré en un minuto, y podrán ir a la reunión, llegas justo a tiempo para la mejor temporada del año en La Romelia.

Fruncí el ceño sin querer, no quería parecer una mala persona por mi mueca, pero últimamente no tenía mucha emoción por las mejores cosas. Ya no hacía tanto calor, y los árboles casi terminaban de soltar sus hojas por todo lado.

Mientras que Irisha me jalaba hacia las mesas fuera de la casa pude analizar un poco a las personas que tenía delante.

Primero estaba el tipo de saco rojo, que asumí era el hijo de Irisha, su cabello parecía oro, solo que un poco pálido, se veía tierno a lo lejos.

El Espacio Entre el Cielo y la Tormenta (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora