Capitulo 4

35 3 0
                                    

Josephine
La mañana siguiente desperté con un dolor de cabeza espantoso, las consecuencias de no dormir toda la noche. Pero en mi defensa terminé un libro muy bueno y la verdad no me arrepentía de no haber dormido, pero tampoco hubiera podido si quería hacerlo, no paraba de escuchar las palabras de Alex en mi cabeza. Ni la mirada de Pablo (me recordó mi conciencia), de verdad creía que me estaba volviendo loca, sería mejor que dejar por la paz el tema de Pablo, si seguía insistiendo en hablar con él o en saber lo que Alex me escondía acabaría por pelearme con él.
Frustrada por no saber qué hacer tome mi teléfono y comencé a revisar mis mensajes.
El primero era de mi madre:

¿Te encuentras bien?¿por que no me has llamado?¿Te paso algo?¿por que no me contestas? Estoy comenzando a preocuparme.

Le conteste y le dije que se me había terminado la batería del celular. Aún sentía algo de obligación en sus mensajes, no los sentía de corazón y se me hacía extraño el que se preocupara por mi.

Y bueno, al leer en segundo todo mi plan se fue al traste. Era de Pablo:

Buenos días, Bonita. Ayer no te lo dije, pero te veías muy bonita como todas las veces que te veo.

Sonreí al leer el mensaje y le conteste un amable "Gracias".  Me sentía rara como si algo no estuviera bien conmigo y lo peor de todo era que no podía hablarlo como siempre con Alex, porque si se enteraba de que él tenía mi número se enojaría mucho y no querría escucharme.

Llevaba más o menos una hora acostada en mi cama sin hacer absolutamente nada, solo pensando, debía hacer algo que me distrajera porque de lo contrario seguiría pensando cada vez más en él y acabaría yendo con un psiquiatra.

Me levante de la cama, me arregle, recogí mi cuarto, tome mi mochila, mi teléfono, una chaqueta y salí a comprar algo para desayunar por que moría de hambre. Para desayunar decidí ir a la cafetería de la otra vez por que no sabía a donde más ir ya que Alex había quedado conmigo de enseñarme lugares para comer, comprar y demás, pero ahora que tenía novia parecía que ya no tenía tiempo de salir conmigo, literalmente me hablaba solo cuando necesitaba algo o cuando quería que lo acompañara a alguna fiesta, aunque me doliera decirlo era la verdad y no quería que se alejara más de mi por que era la única familia que tenía por el momento.

Tal vez estaba siendo muy dramática pero era lo que sentía y de ser sincera temía que un día nos viéramos en el camino y ni un hola nos dijéramos. Era como esa sensación que tienes de aferrarte a alguien, el miedo que se sentía que alguien importante en tu vida se esfumara como las estaciones del año.

Tenía la costumbre de escuchar música mientras leía, así que me puse mis audífonos y me desconecté, como siempre me pasaba, me quede tan absorta en la lectura que no note (otra vez) que Pablo estaba sentado justo frente a mi solo observándome con esos ojos azul cielo tan lindos que tenía.

— ¿Qué haces aquí? ¿Por qué me miras así?

— Primero hola —me sonrió y dijo— segundo vine a buscarte, no me contestabas los mensajes y tercero llevo unos quince minutos viéndote, pero si por mi fuera lo haría todo el día.

Me sonroje y me dieron ganas de salir corriendo de ahí. Pero no podía hacerlo así que respondí mirando nuevamente mi libro, para no tener que mirarlo a los ojos.

— Perdona que no haya respondido, no he visto mi teléfono ¿Para que me buscabas?

— No tienes que disculparte de nada. Quería invitarte a cenar para que pudiéramos platicar de todo.

— Hoy no puedo.

— Mentira. Además, habíamos quedado ¿recuerdas?

— ¿Como sabes que estoy mintiéndote? —en realidad era una verdad a medias. Había olvidado que quedamos en salir— es decir, no te estaba mintiendo. No tendría porque.

El Día En Que Mire Las Estrellas En Tus OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora