Josephine
A la mañana siguiente la cabeza me dolía a más no poder y tenía unas grandes ojeras a causa de la falta de sueño, no había dormido nada la noche anterior debido a mi compañera de vida: la pesadilla.
Ese estúpido sueño que no me dejaba tranquila; podía decir con toda certeza que dormí por lo menos una hora, lo cual no era suficiente. Mi mente no dejaba de ver esa imagen una y otra y otra vez. Un auto, dos personas, trozos de metal, vidrios rotos. Un auto destrozado, una sola persona y caos por todas partes. Estaba comenzando a desesperarme, así que llame a la única persona que sabía que aunque se enfadaría por no habérselo contado antes me ayudaría y me entendería aunque fuera un poco.
— ¿Que? —contestó Alex con voz roca, aún por el sueño.
— Buenos días a ti también.
— Josephine, son las cuatro de la mañana y tengo resaca. ¿Se puede saber para que me despiertas?
— En realidad son las cinco y media —murmuró algo que no entendí así que proseguí— necesito tu ayuda.
— ¿Está todo bien?
— ¿Puedo ir a verte? —pregunté en respuesta— no puedo explicarlo por teléfono.
— Sabes que eso no se pregunta. Te enviaré la dirección.
— Si...gracias.
— No me agradezcas para esto vivo. Aquí te espero.
Colgué y él me envió la dirección de su apartamento, salí luego de ducharme. Al llegar al edificio me percaté de que era más bien como un hotel lujoso y no un edificio aburrido y sin chiste, como supuse, Alex estaba esperándome con cara de sueño en la entrada.
Al verme sonrió y se acercó a saludarme.
— Anda, pero si eres toda una motociclista.
— Lo próximo en mi lista es un tatuaje de tu cara, tal vez en el trasero o en la espalda aún no lo decido.
— Ya extrañaba a mi pequeña sarcástica —se acercó a mi con los brazos abiertos y dijo— Ven aquí.
— No, Alex. Abrazos no. —sin importarle nada me dio un gran abrazo— Ugh, siempre es lo mismo contigo.
— Cállate, me lo merezco luego de que me despertaras a las cinco de la mañana.
— Si, si soy la peor. ¿Podemos entrar? Tengo frío.
— Si vamos —se separó de mí y comenzó a caminar mientas hablaba— ¿y ya conquistaste chicos, con la motocicleta digo?
— No tienes idea. Tengo tantos pretendientes que debo ahuyentarlos a patadas de mi habitación ¿En serio vives aquí? Debe costar una fortuna pagar un piso aquí.
— En algo tengo que gastar la herencia que me dejo mi abuelo antes de morir. Gracias al cielo no lo rento.
— ¿Compraste un piso? —dije exagerando mi tono de sorpresa.
— La sorpresa en tu voz esta de más, sabes bien que siempre quise vivir en un lugar como este. Y de que me sirve tener todo ese dinero guardado si no me lo gasto en nada.
— Ah es cierto, se me olvidaba que eres asquerosamente rico.
— No, mis padres lo son. Sabes que de no ser por la universidad no tocaría un solo centavo suyo, por eso me enorgullezco de haber comprado mi auto con mi dinero.
— Jamás te pregunté como lo conseguiste.
— Le vendí a una marca algunos diseños que hice como publicidad para su producto y me pagaron más de lo que esperaba.
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El Día En Que Mire Las Estrellas En Tus Ojos
RomanceElla no encajaba en ningún lugar. Él encajaba en todas partes. ¿Puede el amor sanar un corazón que se ha roto en mil pedazos?