Soraya (1)

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La niebla cubría casi toda la calle, era imposible ver a más de cinco metros de distancia. La gente se chocaba entre sí y se resbalaban con el suelo húmedo. Aquel era uno de mis días favoritos del año, el comiendo del invierno.

"¿Soñando despierta?" una voz a mis espaldas interrumpió mis alegres pensamientos del invierno. Una chica alta y delgada se encontraba detrás mía con una sonrisa que no le cabía ni en la cara.

"¿No has llegado un poco pronto?" le pregunté separándome de la ventana en donde antes estaba apoyada.

"Mi novio tenía miedo de la niebla y me ha traído antes, siempre tan sobreprotector" la chica se sentó a mi lado y rodó los ojos.

"Al menos tienes alguien que te protege"

"No que va, es sobreprotector con su maldito coche, me ha levantado a las cinco porque sobre esa hora no había nadie en la carretera, así no correría el riesgo de chocarse con nadie" Aprieto mis labios con fuerza intentando no soltar una pequeña sonrisa de burla, Jake y mi amiga Andie llevaban saliendo desde que comenzaron séptimo grado, nunca llegué a conocer de cerca a Jake, siempre andaba por ahí con unos niñatos de último curso, nunca me llegó a agradar y Andie merecía algo mejor que aquel crío.

"Tú también has llegado pronto" dijo sacando su cuaderno pintarrajeado con letras de música.

"Es lo que tiene coger el metro subterráneo, deberías probarlo"

"Las pocas veces que he cogido el metro me he encontrado a cada monumento que podría ser el padre de mis hijos, y tengo que controlarme por no engañar a Jake"

"Vuestra relación lleva dos años muerta" dije sabiendo que mi amiga no se lo tomaría a mal, hemos tenido esta misma conversación casi todos los días durante meses.

"Es el único que no me quiere por mi físico, está conmigo desde que era un puto patito feo" No recordaba que Andie hubiese sido alguna vez un patito feo, y yo se que había algo que me ocultaba en esa insana relación, pero si no me lo había contado antes no me lo iba a contar ahora.

La sala comenzó a llenarse de gente, lo bueno de las clases matutinas en la universidad es que a nadie le apetecía comenzar la clase, ni siquiera al profesor que si quiera se interesaba lo justo por aquellas personas que podían mantener los ojos abiertos.

Miré de reojo el cuaderno de Andie en el que se encontraba escribiendo, no había ni una sola anotación de la interesante charla del profesor sobre la enfermedad de batten. Llevaba una hoja entera escrita en verso, desde pequeña le encantaba escribir sus propios poemas, poesías e incluso canciones, no tenía ni idea de por que se había metido a medicina.

Después de la clase nos dirigimos a la cafetería en busca de un buen café que nos despejase la cabeza, el sabor amargo de la bebida me daba ganas de vomitar pero era lo único que me despertaba.

"Oye Sory, ¿te importa esperarme aquí un segundo? Jake se ha llevado unos apuntes míos que me hacen falta, ahora vengo" Andie se marchó sin recibir respuesta por mi parte, y no podía ser mas oportuna porque me acababan de dar los cafés y encima estaban ardiendo. Por suerte tenía buen pulso y podía llevar los dos sin problemas, pero enseguida comprendí que los problemas no tenían por que estar en mi pulso.

Un chaval en monopatín pasó por mi lado y me golpeó en el hombro haciendo que uno de los cafés aterrizara sobre mis piernas.

"¡Ah joder! ¡Ten más cuidado capullo!" grité sin pensarlo, fue como un acto reflejo gritar como una camionera.

El chico frenó en seco con su monopatín y se acercó riéndose a carcajadas, entonces me entraron unas enormes ganas de patearle la entrepierna hasta asegurarme de que no tuviera descendencia, pero el ardiente café me impedía moverme.

"Joder que marrón, lo siento" el chico cogió unas servilletas de una mesa en la que estaba una pareja sentada y se arrodillo para intentar secar inútilmente mis pantalones "Miralo por el lado bueno, has hecho que me arrodille, normalmente esto me suele suceder pero no soy yo quien se arrodilla"

El chico se reía a carcajadas y a mi me dio por mirar a mi alrededor por si aquello se trataba de una estúpida broma, pero nadie nos estaba prestando atención.

"Quita, quita" dije dándole golpes en las manos antes de que se acercase a mi pantalón.

"A si que todo está bien ¿no?, y ahora si me permites..." el chico se levantó e hizo amago de coger el monopatín pero yo alcancé su brazo y le giré de nuevo.

"¿Estás de coña? Me has tirado los cafés"

"No no no, yo te he golpeado sin querer, después tú has soltado tu café y se te han caído" El chico me sonreía seguro de si mismo, se revolvió su pelo platino hacia atrás dejando ver sus raíces castañas y después se cruzó de brazos haciendo más notables los músculos de sus brazos que resaltaban con su camisa blanca sin mangas.

"Es una broma ¿no?" fruncí el ceño esperando que se dira cuenta de que estaba realmente cabreada, pero su sonrisa seguía sin desvanecerse.

"Soy Kian" el chico de pelo platino tendió su mano hacia mi sin preocupación.

"No me importa quien eres" me crucé de brazos haciéndole ver que no tenía ganas de estrechar lazos con él.

"Lastima que no te importe quien soy, podríamos haber empezado una bonita historia"

"Pero bueno ¿es que no te importa lo que acaba de pasar? Me has tirado los cafés y me has abrasado las piernas"

"De acuerdo, siento que tus piernas se abrasen ante mi tacto"

Me quedé con la boca abierta incapaz de reaccionar ante las estupideces que aquel chico soltaba, a veces me preguntaba como gente como él había llegado a la universidad.

"Eres gilipollas" dije ya harta de aquella situación.

"Uhh veo que no has dormido muy bien, tienes un humor de perros, te hace falta un café" El chico se rió a carcajadas y antes de que pudiera reaccionar cogió su monopatín y corrió a subirse encima de él "Hasta luego chica del café"

Supe que era inútil correr tras él, y con la cantidad de gente que había en la universidad dudo que lo volviese a ver, a si que sacudí mis pantalones y me alejé de allí.

Andie venía caminando a lo lejos y en cuanto vio mis pantalones grises con la enorme mancha marrón no pudo evitar soltar una pequeña risita.

"Nada de cafés por lo menos en tres meses" dije como única advertencia para que no me preguntase por lo ocurrido. Ella se relamió los labios intentando no romper en carcajadas y asintió con la cabeza.

Last hopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora