Dylan (3)

78 8 4
                                    

El impacto del agua fría contra mi rostro me provocó un intenso escalofrío que me recorrió toda la columna vertebral. Sumergí mi cabeza en lo más hondo del lavabo y me quedé así unos cuarenta segundos hasta que mis pulmones finalmente me exigieron tomar aire. Cuando levanté mi cabeza me fijé en mi reflejo sobre el espejo de enfrente, apenas me reconocía. Tenía dibujadas en mi rostro unas notables ojeras y mis ojos parecían inyectados en sangre. Aquel día me había pasado la noche estudiando para mis exámenes finales de la universidad y no me había dado tiempo ni a tomarme un pequeño descanso. Para colmo tuve que ir a trabajar, y por algún extraño casual los viernes eran el día clave en la agencia de correos porque juro que aquel día llegué a repartir mas de mil cartas en dos horas.

Por suerte tan solo tenía una hora de clase y mi profesor decidió ajustarme el examen para que fuese en el turno de medio día y así poder tener la tarde libre para ir a ver a Carly.

Cogí el bus que por desgracia estaba hasta arriba de gente, me puse en una esquina pegado a una de las barras de apoyo mientras una mujer de gran tamaño se colocó delante mío dándome la espalda con su chihuahua en el hombro que comenzó a sacarme los dientes mientras sus ojos se iban agrandando hasta parecer que se le iban a salir de las orbitas.

Le recé a todos los tipos de dioses para que aquel animal no comenzara a ladrar pero mis plegarias parecían haber sido ignoradas porque la pequeña patata con ojos y patas comenzó a ladrar casi en mi oreja y sentí como las gotas de su saliva aterrizaban en mi mejilla.

Aquel no era mi día.

Cuando llegué al hospital ni me paré en recepción, tan solo anduve hasta el bloque C y me dispuse a subir a la habitación 232. La puerta estaba de par en par y mi hermana se encontraba tumbada sobre la cama con un gran montón de revistas a su lado.

También se encontraba su amiga Noelia sobre la otra cama de la habitación, ella por otro lado se encontraba leyendo un libro.

Llamé a la puerta con mis nudillos y Carly alzó la vista.

"Dylan, hoy vienes más tarde" dijo levantándose de un salto para abrazarme como de costumbre.

"He tenido que hacer un examen para tener la tarde libre" dije frotándome los ojos con los dedos.

"¿Tienes la tarde libre?" dijo Carly con cierto brillo en los ojos. Asentí con la cabeza y me dirigí al sillón para poder descansar por fin "Entonces ¿podrías ir a comprarme un libro?"

"¿Qué?" mi voz sonó más aguda que de costumbre.

"Noelia me recomendó leer para no aburrirme, hace mucho que no me leo un libro" dijo mirando a Noelia quien al escuchar su nombre levantó la mirada para poder observarnos.

Apreté la mandíbula intentando oprimir palabras que ni siquiera tenía en mente y volví a mirar a Carly.

"Por favor Dyls" juntó sus manos y se mordió el labio con inocencia recordándome a la Carly de cinco años que me pedía comprar caramelos cuando íbamos camino a la escuela.

Quise decirle que estaba completamente agotado, que ni siquiera podía levantarme de aquel sillón, pero hacía mucho que no me pedía que le comprara algo, a si que cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás suspirando con exageración.

"Gracias gracias gracias" dijo dando pequeños saltitos "Podrías ir con Noelia, ella también quería comprar un libro"

"No hace falta" dijimos su amiga y yo a la vez. Le miré rápidamente y nuestras miradas se cruzaron.

"Puedo esperar" dijo la otra chica agitando las manos con nerviosismo.

"Pero así te aseguras de que mi hermano no me compra una birria de libro" dijo Carly.

Last hopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora