—¿Dónde estaba yo entonces? —pregunto con mi mano en mi pecho, dramatizando— Que pasan las cosas y no me entero.
—Tú andas pensando en Malcolm... —Heidi se encoje de brazos— o en el chico de los ojos claros —todas sueltan un «Uuyy...», yo ruedo los ojos y le doy otro trago a mi botella de Sprite.
—Noo —alargo la O—. Su mirada me quemó, además a mí me gusta Malcolm —les recuerdo, tomando el último trago de Sprite
—¿Quién eres? —es lo único que puedo decir por mi estado de shock y confusión por el desmayo, tampoco recuerdo su nombre.
—¿Tanta atención me prestaste en el salón? —coloca su mano en su pecho, en modo ofensa, luego ríe un poco. Mi cara debe ser todo un show— Warren Eyesid —sonríe.
No sé por dónde se han ido los demás, pero Warren y yo, terminamos entrando en una iglesia. Y por puras cosas de la vida —porque parece que me odia, en definitiva— choco con el pecho de Warren al ser jalada por el mismo cuando subimos los escalones de la iglesia.
Tiro la mirada hacia arriba y él me está mirando. Nuestros pechos subiendo y bajando con rapidez, nuestras mejillas coloradas por el calor y el agitamiento de la situación. Y siento que me pierdo mirando sus ojos color azul demasiado claro
—¿Por qué no te gusta la lluvia? —paso mi dedo por el vidrio de la puerta y trazo líneas.
—No sé, me da una mala sensación y trato de olvidarla con algo.
—Por eso me llamaste...
—Obvio.
Ni llorando puede dejar de ser odioso.
—Solo quiero escuchar tu voz, Bianchi, eso... me calma —su voz pasa de ronca a suave, y juro que lo veo sonreir.
Yo odio las gomitas ácidas.
Pero a él le gustan.
Dije que no probaría más esas gomitas.
Pero es lo que estoy haciendo...
—No importa lo que me digan, que me expliquen mil veces, tú NO me gustas —le suelto en la cara molesta, pero no tan fuerte porque estamos a la vista de todos—. Dejame en paz —le exijo.
—Warren, dime, ¿qué sientes? ¿dónde te duele?
Él gira un poco su cabeza y me mira. La poca luz de el ambiente se refleja en sus hermosos ojos azul diamante, un azul muy claro.
—Porque quería llegar a una conclusión —respondo—. A la conclusión de que... —dejo la frase al aire, no supe cómo completarla.
Me acerco un poco más a él.
—De que... te quiero.
Siempre lo tuve ahí y mi lado anormal nunca se dio cuenta.
Cuando pienso eso, quiero abofetearme.
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Por Amor a las Gomitas © #1
Teen Fiction¿El primer amor es el que te llamó la atención primero o el que te hizo sentir cosas primero? Dificil pregunta, ¿no? Y más cuando eres una adolescente de casi 16 años, que se la pasa llenando su cuerpo de azúcar. Bianca, 15 años, Géminis y fanática...