°7. Gatita de Ojos Verdes

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Ramiro Fester

Te extraño.

Las extraño.

¿Por qué me dejaron? ¿Fui un niño malo?

Limpio las lágrimas que ruedan por mis mejillas, mientras veo un foto de mi familia antes de... ese día.

Pensé que ya lo había superado, que ya estaba bien, pero tuve que ir a la azotea y encontrarme con esa bendita foto.

Han pasado cinco años, era tiempo de haber superado eso, pero ¿cómo superas la muerte de tu hermana y el abandono de tu madre?

Aprendí que uno no supera un problema familiar, un abandono o una muerte, sólo aprende a vivir con ella; y yo tuve las tres...

En abril de 2016, yo vivía con mi papá, Fabrizzio, mi mamá, Sol y mi hermana melliza, Mariah; en Oregon, Estados Unidos.

Sólo tenia once años...

—Vamos a la playa —anunció mi papá, mientras manejaba el auto.

—¡Sii! —exclamamos con alegría mi hermana y yo.

Era la primera vez que iríamos a la playa y la emoción era mucha.

—¿Qué harás primero, Miro? —me preguntó mi hermana con emoción.

—Antes que nada, verificar si no hay tiburones —dije con algo de miedo, ella rió.

—Ahí no hay tiburones, Ramiro —Mariah golpeó mi brazo.

—Mami, Mariah me golpeó —la acusé, sobando mi brazo.

Mi mamá nos lanzó una mirada tipo el pato Donald cuando le hablan.

Comportense —nos pidió, apuntándonos con el dedo.

—Sí, mami —dijimos al unísono.

Después de veinte o treinta minutos en carretera, pensé que había llegado, pero no. Nos detuvimos en una gasolina que estaba en la vía.

—Compraré unas cosas que dejé en la casa por accidente y ahora si podremos ir a la playa —informo mi papá.

Él bajó del auto, pero lo dejó encendido.

—Mira que distraído —habla mi mamá con la cartera de papá en la mano—. Quedense aquí, voy a entregar esto y vuelvo.

Ambos asentimos, ella bajó del auto.

Como el niño que era en esos momentos; me pasé de el asiento de atrás hacia el del piloto y tomé el volante para fingir que estoy manejando.

—Cuando seamos grandes, voy a tener mi propio auto y te llevaré a donde quieras ¿sí? —le dije a Mariah, ella rió.

—¿Cuando seamos grandes vamos a poder hacer muchas cosas ¿verdad? —pregunto.

—Pues sí, eso es lo que papá dice —concordé.

En un momento que jugaba con el volante, el auto empezó a moverse hacia atrás.

—Miro, no sabía que manejabas —comentó Mariah, en tono asustado.

—Yo tampoco sabía —repliqué—, pero no lo estoy haciendo —avisé con mis ojos bien abiertos.

El auto empezó a retroceder, pero cada vez iba un poco más rápido.

—¿Ramiro, a dónde vamos? —preguntó mi hermana, muy asustada.

—No-no sé —titubeé.

Por Amor a las Gomitas © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora