Bonita y dolorosa historia
¿Cómo no morir de una sobredosis visual de azúcar? *Buscar*
Resultados: No mires a Warren.
Gracias, Mentoogle... Ya va ¿qué?
Mentoogle a estado pasadito últimamente. ¿Cómo me va a decir eso sabiendo que tengo toda una mina de azúcar a mi alrededor?
Miro tazones con gomitas en formas de monitos sentados cuando Warren se para a mi lado y nuestros hombros chocan. Me sobresalto un poco.
—¿Monos o Caballos?
—Caballos, son lindos.
—Tienes razón, son lindos.
Olvidando lo roja que debo estar en estos momentos, quiero comprar muchas gomitas de muchos colores y formas, menos las ácidas, esas no. Warren habla, sacándome de mis fantasías azucaradas.
—¿Cuántas quieres llevarte? —pregunta, soltando una pequeña risa.
—Todas —respondo—, pero no las ácidas —hago un mueca de asco.
—Yo si me las llevaré —dice, en tono orgulloso.
Ruedo los ojos. El ríe, caminando al mostrador.
—Habla con aquella chica y pide lo que quieras —señala la caja con un chica de espaldas—, yo pago —asiento—, pero no te pases —me advierte, señalándome con su índice.
—No te preocupes, Warrensito —Warren rueda sus ojos.
Me dirijo a la caja y veo a la chica que ya no está de espaldas. Lleva el uniforme del local, sólo un delantal rosado pastel con el logotipo del local en el centro. Sus ojos son cafés, su piel morena y su cabello negro que se ve que es muy largo. Tiene muchos lunares dispersos en su cara, pero no se le ve muy bien, lleva tapaboca. Algo en ella se me hace familiar.
—¡Bienvenida a Villa Jelly! Donde tus grandes sueños llevan azúcar —dice alegre— ¿Qué se te ofrece?
Esa voz, esa actitud. Mi cabeza hace un clic.
—¡Eres Esther, la influencer! —ahogo un grito de emoción. Ella es de mis influencers favoritas.
—Pensé que no me reconocerían por el tapabocas, pero me equivoqué —ríe—. Sí, esa soy —afirma.
—¿Qué haces en San Francisco? ¿No eres Argentina? —pregunto, tratando de no sonar ansiosa o desesperada.
—Sí, soy Argentina, pero ahora vivo acá —responde—, pero bueno, ¿qué te ofrezco? ¿gomitas? ¿o un consejo de amor? —recarga sus brazos de la barra.
—¿Por qué un consejo de amor? —pregunto confundida.
Rueda los ojos con diversión— Tú y aquel chico —señala a Warren— que andan analizando gomitas en forma de animales, no son novios, eso es seguro.
—Exacto —afirmo— pero, ¿qué tiene que ver?
—Desde que llevaron he estado aquí, y he visto como actúan, se gustan, pero no son novios.
¿Por qué todos me dicen directa o indirectamente que me gusta Warren? No, a mi me gusta Malcolm y sólo Malcolm.
—No, no me gusta —aseguro.
La puerta del local se abre y por ella entra un chico alto y flaco con piel blanca. Trae unas gafas oscuras y una boina que no deja ver su cabello, pero estoy segura de que es de color negro.
—Mira —señala al chico—, ese es quien no me gusta.
El chico se acerca a nosotros y pasa por detrás de la barra. Se queda parado al lado de la chica y se quita las gafas y la gorra. Su ojos son verdes y sí, su cabello es negro y liso. Pero ¡OMG! Es el integrante de una banda.
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Por Amor a las Gomitas © #1
Ficção Adolescente¿El primer amor es el que te llamó la atención primero o el que te hizo sentir cosas primero? Dificil pregunta, ¿no? Y más cuando eres una adolescente de casi 16 años, que se la pasa llenando su cuerpo de azúcar. Bianca, 15 años, Géminis y fanática...