Tengo todo lo que estaba en la receta. Un par de pastillas que, según me explicaron, no son más que unas vitaminas evolucionadas y varias botellas de Pedialyte. El empleado que me las despachó me miró con cara de asco. La fila avanza lento. Pienso que tal vez Clara ya se despertó y al no verme se fue y no voy a volver a verla hasta el día de la graduación, donde seguro me evita porque, me guste o no, no nos conocemos. Pienso que tal vez debería llevarle flores, o chocolates, o ambos. Nunca he sido ese man que anda por ahí con una caja de bombones en forma de corazón bajo el brazo. Ese man me repugna, en serio. Es el mismo man que da serenatas con mariachis y sorprende a la novia con entradas para ir a ver a Maná, un mal elemento. Ese man que ahora mismo está escogiendo una leyenda Hall-mark que exprese con palabras lo que su corazón siente cada vez que tiene a su amada entre los brazos. Quiero vomitar. No, definitivamente no, ni flores, ni chocolates ni tarjetas.
Corro. De pronto me agarró un ataque de pánico. Casi podría jurar que Clara ya no está en mi casa y sin ella este sábado está condenado al olvido. Puede haberse ido sin leer la nota que le dejé frente a la puerta 《Fui a la farmacia a buscar tus cosas, vuelvo enseguida》. Debí haber sido menos explícito, un 《Vuelvo enseguida》 habría sido suficiente. Corro como Forrest Gump. Estoy cerca, pero corro como si tuviera que atravesar una galaxia en cinco minutos. La bolsa con las pastillas y las botellas de Pedialyte se balancea al aire como un péndulo que ha perdido la noción del tiempo. Cruzo la calle sin mirar, salto bolsas de basura, pequeños jardines en los parterres y charcos. Llego a la planta baja, el ascensor está en el penthouse. No puedo esperar. Subo por las escaleras. A medio camino recuerdo que nunca he tenido las llaves de la puerta que da a las escaleras. Bajo con la misma viada. El ascensor va por el quinto piso. Le pregunto al guardia si alguien ha salido de mi departamento.
-No creo.
-¿Cómo no creo?, ¿no está seguro?
-Es que estaba abajo, ayudando a la señora del octavo a encender su carro, se le había quedado sin bateria y...Se abren las puertas del ascensor, entro y paso la tarjeta por el sensor. Los segundos son horas bajo el agua. ¿Qué me pasa? La puerta sigue cerrada y la nota echada en el piso. Agitado, camino rumbo al cuarto donde, espero, aún esté guardada Clara. Me apoyo en la pared y me dejo caer hasta quedar sentado al lado de la puerta. Me río de Janeiro.