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Es martes. Clara no asoma. Me muero por verla. Tuvo razón en eso de que en mi cabeza ella es perfecta. En mi cabeza, ella y yo somos perfectos. No tengo ni su celular. Lo he pensado. He pensado aparecerme en su casa y preguntar por ella y verla y besarla antes de que pueda saludarme. También he pensado en ir y no encontrarla y esperarla y verla llegar y besarla antes de que pueda saludarme. Y también, obvio, he pensado en llegar a su casa y verla con Lucas, darle un beso en la mejilla, apretar la mano del maricón de Lucas y no tener nada que responder cuando me pregunten qué estoy haciendo allí. No he movido un dedo. Estoy perdiendo la paciencia. Todo esto no sería tan grave si la visita de mis padres no estuviese sucediendo al mismo tiempo, recordándome a cada segundo que esta casa no es mía.

Lo primero que mi viejo dijo al verme fue noto que te estás engordando, muchacho, tú no puedes engordarte porque eres patucho, ni un gramo. Luego me entregó un regalo, bueno, él lo considera un regalo: el libro Winning, de Jack Welch, el gerente del siglo XX según la revista Fortune. Wall Street Journal and New York Times Bestseller. El mismísimo Warren E. Buffet, el 《Oráculo de Omaha》, dice No other Management book will ever be needed. Mi viejo no cree en Dios, cree en Jack Welch. No cree que Dios haya creado el mundo en seis días ni que Jesús haya levantado muertos, sanado ciegos o multiplicado panes, pero cree que lo que hizo Jack Welch en veinte años como Chief Executive Officer de General Electric es un milagro: se hizo de una empresa valorada en trece billones de dólares y se la entregó a su sucesor estando valorada en cuatrocientos billones de dólares. Mi viejo se sabe la biografía de Jack Welch de memoria y me la ha contado tantas veces que ahora yo también me la sé (el primer síntoma de la vejez, está comprobado, es repetir las mismas cosas mil veces). El padre fue conductor de trenes entre Boston y Maine y la madre ama de casa. Se graduó de ingeniero químico en la Universidad de Massachusetts. En 1960 entró a trabajar en GE, compañía fundada por Thomas Alva Edison en 1890, y ganó diez mil quinientos dólares durante su primer año. En 1981, a los cuarenta y cinco, se convirtió en el octavo CEO de GE, el más joven de la historia de la empresa. Se retiró en 2001. Odio a Jack Welch y a su tercera esposa, Suzy, que dizque lo ayudó a escribir Winning. Pero yo no creo semejante patraña, seguro lo amenazó con abandonarlo si no le daba algo de crédito en la portada. El pobre Jack, con su Viagra reventado en su organismo, entró en pánico y la nombró coautora.

Mi viejo, como todo padre responsable que vela por el destino de su retoño, quiere tener a un hijo winner y no un hijo loser. Cuando me dio el libro, me dijo ésta va a ser tu biblia, vas a ser el mejor, tienes que sacar la pelota del estadio, muchacho. Tuve ganas de decirle que si su Jack Welch fuera tan certero, si todas esas charlas que anda arrojando por el mundo dieran resultado para algo más que llenarle los bolsillos y pagar el botox de Suzy, si bastara con leer el puto libro para ganar, él, mi viejo, tendría mas dinero que Bill Gates y Donald Trump juntos. Tuve ganas de decírselo. Me quedé con las ganas.

Mi madre mira Corazón-Corazón en Televisión Española. Le gustan los chismes ibéricos, dice que ésa es la gente que conoce. Odia a las princesas de Mónaco porque han llevado una vida muy desordenada. Cree que las princesas no tienen que despeinarse ni rozarse con la plebe ni, Dios no lo permita, engordar. Le llevó mucho tiempo aceptar a Lady Di, con eso del divorcio, los amantes, el baile con John Travolta y andar dándole la mano a todo el que se la pedía. Por un tiempo estuvo del lado de la familia real. Decía cosas como fíjate en esa pobre madre, el martirio que tiene que soportar, refiriéndose a la reina Isabel II, y esos pobres niños que ven a la mamá abandonar al padre para irse con el chofer y después meterse con ese árabe horripilante que lo único que tiene es plata. Yo le aclaré que no se fue con el chofer sino con el guardaespaldas y dijo que daba lo mismo. Le dije que toda la culpa la tuvo Carlos, y estuvo de acuerdo, pero según ella todas las familias pueden salvarse si lo intentan. No estuve de acuerdo. No creo que nuestra familia, por ejemplo. Pueda salvarse así nos pasemos la eternidad dándonos respiración boca a boca. Mi vieja me ha preguntado, varias veces, si me habría gustado ser un príncipe, como William o como Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia que, aunque esté casado con una plebeya cualquiera, dice mi vieja, es realeza pura. No, no me habría gustado. Lo que me habría gustado es haber tenido un romance o por lo menos un desmadre con Estefanía de Mónaco, cantar desafinado en uno de sus discos y conocer a Grace Kelly.

Hablas DemasiadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora