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Vamos en el Halcón, ruta Quito-Cumbayá. Clara no indentificó lo del apodo. Mencioné los nombres Han Solo, Luke Skywalker, Obi-Wan Kenobi, y nada. Debí haber empezado con las palabras Guerra de las galaxias. Con el nombre de la película, Clara cachó de una o se hizo la que cachó de una. Me dijo nerd y yo le dije ignorante. Nos reímos. La vía Interoceánica está vacía. Voy despacio, sin prisa, la cabeza de Clara apoyada en mi hombro. Apenas salimos de mi departamento, Clara me pidió que no dijera una palabra. Puedo vivir con este silencio. Pasamos frente a la U y Clara me indica con su brazo extendido y su dedo índice firme, cómo llegar a su casa. Vive en Jacarandá, una urbanización frente al reservorio de agua. Su casa tiene dos pisos y parece haber sido construida con legos.

No quiero pero tengo que frenar.

-Vives en una casa de juguete.
-Y soy una muñeca, así que anda con cuidado. Si me sueltas, me rompo.

Clara me da un beso en la mejilla.

-Yo te llamo- me dice.
-¿Cuándo?
-Pronto.
-¿Muy pronto?
-Pronto.
-No nos llame, nosotros lo llamaremos.
-Exacto.
-...
-Gracias por todo, Miguel, me salvaste. Hazme un último favor, ándate antes de que entre.
-¿Por qué?
-Mejor sin preguntas. Nos vemos.

Acelero. Por el retrovisor veo a Clara trepar el muro hecho de piedras que empata con el de su casa y caminar por el filo balanceándose con los brazos. Voy a parar en la Mobil por unas cervezas. Presiento que esta noche el sueño no se me va a dar tan fácil.

Hablas DemasiadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora