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El sonido de los tacones altos resonaba en aquel galeron principal del palacio de Ayalem. Ray Za escoltaba a tirones de hombro a Alej en aquel lugar con losas de jade y pilares de mármol. Estoica, la morena miraba el semblante inquisitivo del chico.

—¿Qué? ¿si hubiera traído a tus amigas en mi estómago estarías mejor?— preguntó escueta.

—no es eso— dijo Alej soltándose— ya casi conseguía todos los diamantes— regañó Alej— y mataste a una posible portadora—.

Ray levantó los hombros y obligó al chico a seguir caminando.

—debia probar si eran fuertes— dijo girando los ojos— además, sentí corrupción en ellas—.

—¡Ellas no son corruptas!— detuvo Alej.

—pero el poder que cargan si— dijo Ray. La mujer arrugó las cejas y posó una mano sobre su ombligo— sabes que yo... Hice cosas de las que me arrepiento—.

Un fuerte temblor sacudió el polvo del techo. Alej tomó la delantera y paso unas puertas metálicas. Un enorme pozo estaba en el centro, el fondo no se podía ver por la profunda oscuridad pero una bruma negra trataba de salir. Ocho sacerdotes rodeaban el filo del pozo mientras oraban. Suspendida sobre la fosa se encontraba una mujer de melena castaña con puntas rubias, cubierta por una cúpula de vidrio brillante. Un sacerdote fulgoró una luz blanca y se disolvió en una cascada de luz dejando solo la túnica en el piso. Los carnosos labios de la chica se abrieron para beber la energía vital del sacerdote y seguir brillando para mantener a raya el abismo.

—la princesa Débora se está debilitando y tú pones a las shadow eaters a pelear— renegó Alej.

—deben ser dignas, si no lo fueran harían más mal que bien— dijo Ray enojada.

—solo espero que lo logren a tiempo— dijo Alej viendo cómo otro sacerdote se disolvía.

Pacapzin, el mapa de Irene las había llevado a tal pueblo suspendido entre las raíces sobre un manglar. El viaje en dos días habia sido tiempo suficiente para que el cuerpo de Erika absorba todos los nutrientes de Jessie, demasiado tiempo. Las casas de madera con techos de paja estaban suspendidos sobre plataformas de troncos dejando debajo el agua pantanosa del manglar, varios árboles gruesos servían como punto de referencia y algunos tenían pequeñas casas colgando sobre las ramas.

Las cuatro caminaron por los muelles de madera que conformaban las calles del pueblo. Algunos niños jugaban, algunos adultos pescaban con sus redes, otros se dedicaban al comercio; a cuidar a los niños, limpiar el hogar etcétera. Las cuatro acordaron ser prudentes y esconder sus ombligos del ojo público. Menos Merly, ella no tenía porque hacerlo, y ciertamente eso le molestaba.

—¡Tranquila Merly, el siguiente ombligo será para ti!— dijo Erika palmeando el hombro de la sirena.

—¿Cómo estás tan segura?— preguntó haciendo un puchero.

—porque ninguna tiene dos ombligos ¿Verdad?— rió Sayra.

Caminando por el pueblo vieron una plaza redonda con un árbol tallado, la figura femenina estaba de pie con los brazos cruzados y con una serpentesca cola en lugar de piernas rodeando el resto del árbol. Seguido vieron como una barcasa recogía una enorme pila de peces recolectada de varios pescadores del pueblo. Una trompeta sonó y todo el pueblo se ocultó en sus casas en segundos. Una ancianita de cabello blanco le abrió la puerta al cuarteto y las invitaron a pasar.

—¿Por qué nos escondemos?— preguntó Sayra a la anciana.

—porque ya viene la dueña de estás tierras, Agan— respondió sería.

(Vore) Shadow Eaters (Devoradoras De La Oscuridad)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora