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Temiskit era una ciudad comparable con Ayalem, una orbe urbana bastante avanzada. Pero había algo que marcaba a esa ciudad, y era la estirpe Temisrana; mujeres con musculatura bien trabajada, orgullosas y arrogantes. Todas ella convergian en el salón de entrenamiento, un enorme galeron equipado con todo tipo de equipo para entrenamiento. Al rededor de 20 mujeres pasaban el día levantando pesas y corriendo en caminadoras de cinta.

Jessie era un par de años más joven, su ropa rasgada y sucia daban fe a su calidad de indigente; al igual que muchos de Temiskit o eras muy privilegiado o muy pobre. Hacia varios años que se había puesto una iniciativa para acabar con la pobresa. Caminando por las calles y callejones sucios de la ciudad llegó al gimnasio de las Temisranas. Adornado con luces de neón, la chica entró por la puerta principal y preguntó en recepción por su madre. Su progenitora había ido allí y le había pedido a ella que reciba el pago de un trabajo.

—h-hola— dijo Jessie algo tímida— vine por...—.

—el pago de la cena—contestó una mujer.

Era alta, de 1.90, su melena gris estaba atada en una coleta detrás de la nuca. Tenía una playera térmica con colores fluorescentes, la escasez de grasa en su cuerpo era notoria por su busto totalmente liso y sus gruesas piernas enfundadas en unos pantalones elásticos negros. Su sonrisa brabucona era visible siendo muy intimidante emanando un brillo naranja por sus ojos rasgados. Calisto, la mujer, le pasó un pequeño sobre y le sonrió. Jessie lo tomó temerosa y lo guardó en uno de sus bolsillos. Mientras hacia eso, Calisto bebió de un termo de dos litros hasta acabarlo; su abdomen se inchó como un globo debajo de su ropa y se retiró contoneando su durazno bien trabajado.

—¿Puedo saber dónde está mi mamá?— dudo Jessie agachando la cabeza.

Calisto se regresó a la pequeña Jessie y levantó su playera. La forma ovoide de su estómago expandido mostraba sus seis almoadillas musculares aún palpitantes con fuerza. Dió unas sonoras palmadas en su costado y rió.

—ahora es la proteína que me hacía falta al día— dijo usando su uña para rascarse entre los dientes.

Jessie no podía apartar la mirada del vientre de Calisto. Duro, firme; le costaba creer que su madre yacía dentro. Temerosa, estiró la mano tratando de tocar esa protuberancia para al menos sentir a su madre por última vez. Las yemas de los dedos de Jessie quedaron a milímetros de la piel de Calisto. Ella tensó su cuerpo, los huesos crujieron y un último grito ahogado se oyó. Calisto eructó espantando a Jessie dejando su abdomen liso de nuevo. Jessie chocó de espaldas haciendo que una bebida de proteínas caiga sobre su cabeza y hombros. Al mirar atrás vió una chica de cabello negro con top y shorts gris. Sus ojos ambarinos se posaron sobre ella con furia.

—mi bebida, estupida— dijo sería y agresiva.

Líneas ambarinas aparecieron en sus brazos y hombros mientras tomaba a Jessie y la levantaba con facilidad. La mujer, una elfa, desencajó sus fauses cuál serpiente mostrando sus colmillos y pasó a acercar a Jessie a su boca.

—la primera sesión es con barriga lisa— dijo Calisto parándose de brazos cruzados detrás de la elfa.

La elfa lanzó a Jessie chistando los dientes.

—tuviste suerte— dijo dejando ir a Jessie.

La peliverde huyó del lugar. Caminando por las precarias calles de la zona pobre, Jessie llegó a un callejón que servía como mercado. Los puestos de madera vendían fruta demasiado madura, pieles de animales poco tratadas y carne. Tal lugar era nido de moscas las cuales se abarrotaban en pequeñas nubes sobre la carne asoleada todo el día y la fruta podrida. Jessie algo desanimada uso el poco dinero que tenía para comprar tres tiras de carne seca.

(Vore) Shadow Eaters (Devoradoras De La Oscuridad)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora