(Vore) Shadow Eaters (Devoradoras De La Oscuridad)

2.3

Las grandes ciudades y el fuego eran las cosas que más odiaba y estar en una ciudad en llamas era peor que el infierno para ella. Montando su corcel con armadura, la caballero se abría pasó entre el caos y las llamas. La artillería no tuvo compasión con el pueblo, ambos bandos hicieron añicos la estructura de la ciudad mientras volaba fuego y resonaban los gritos. Todo era un plan maquiavélico de la reina Mivas; vender buques armados y soldados a los pueblos pesqueros del oeste para que estos se envalentonen en atacar la capital marina. Y por otro lado, vender cañones y soldados para reforzar la seguridad del puerto principal.

Ella no paró, siguió cabalgando mientras veía a las guerreras de la rosa del desierto escalando y saltando entre los techos de los edificios en llamas. Si sometía a su líder, entonces las demás perderían los ánimos de pelear. Usó su alabarda mágica y rompió el pilar de un tinglado haciendo que una de las asesinas caiga entre el fuego y los escombros. Su olfato la ayudó a ubicarla, sabía que Lorecyn cargaba con su compañera herida.

Se adentró por los callejones en llamas, ignoró a los civiles pidiendo ayuda, su caballo no dudo en pisotear a los que se le atravesaron. Una multitud pedía ayuda a gritos y su alabarda respondió mutilado a esa gente con un tajo transversal. No podía perder el rastro de Lorecyn.

—¡No permitiré que esto le pase a mi pueblo!— se dijo a si misma.

Sus sentidos aumentados le permitieron distinguir a la princesa entre los escombros llameantes. Cabalgó su caballo entre las ruinas derribando muros y blandiendo su alabarda. Sus ojos rojos furiosos emitían un brillo que se colaba entre las ranuras de su casco. Su caballo saltó evadiendo las llamas y pronto se perfilo detrás de las chicas. Podía escucharse el viento silbando mientras la caballero blandia su alabarda en el aire. La chica herida se percató de esto y lanzó a Lorecyn a un lado. La líder de las rosas del desierto rodó por el piso lejos de su compañera.

—¡Jefa, huya ahora!— dijo la chica mientras trataba de detener el sangrado de su hombro.

—¡No!— se interpuso Lorecyn.

Lorecyn trató de volver con su compañera pero le fue cortada el paso por la caballero. La alabarda giró como las hélices de un helicóptero lista para impactar a la princesa con un golpe descendente. La guerrera juntó las pocas fuerzas que le quedaban y emboscó a la caballero trepandosele por detrás. Las cuchillas de la guerrera soltaron chispas al impactar con el acero de la armadura de su rival pero no pudo hacer más daño.

—¡Huye Lorecyn!— gritó la guerrera mientras entendía dos bombas.

Lorecyn se hechó dentro de una casa en llamas y la guerrera forcejeó con su enemigo. En el forcejeo logro retirar la pieza de armadura que cubre la barbilla dejando los labios rojos de su rival y mentón expuestos.

—¡Tragate esto perra!— dijo la guerrera pegando ambas bombas a la piel expuesta de su enemigo.

—¡Con gusto!— rió la mujer con una gran sonrisa. Sus grandes colmillos blancos se mostraron en su sonrisa.

No le bastó con las bombas, también metió en su mandíbula las muñecas de la guerrera. Tragó hasta los codos mientras la guerrera comenzó a forcejear.

—¡No, auxilio!— lloró mientras usaba sus piernas apoyadas sobre el torso de su enemigo para salir.

Fue inútil, luego le siguieron los antebrazos. La caballero la tomó de la cintura y la paró de cabeza para que la gravedad la empuje hacia abajo. Entro la cabeza y luego los hombros. La guerrera pataleó desesperada y los gritos apenas lograban pasar el grueso esófago de su enemiga. Tragó su cintura y luego su cadera. Lorecyn miraba horrorizada, pensaba que su tribu era la única humana capaz de hacer eso. Tenía razón, aquello que enfrentaban no era humano. La caballero podía usar magia, tenía garras, colmillos y cola. Le siguieron las piernas y luego los pies. Las botas de la guerrera se deslizaron dentro de la garganta de la caballero.