꧁ᴥ︎︎︎𝑫𝒊𝒆𝒄𝒊𝒔𝒆̇𝒊𝒔ᴥ︎︎︎꧂

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La noche era tranquila a pesar de la tormenta que en sus mentes reinaba, sentados en la banca del parque miraban al cielo estrellado que cubría el firmamento. Cohibidos y aún en conflicto sobre sus sentimientos y deber como padres hablaban en busca de la mejor decisión posible.

El niño que es como un rayo de sol andante aún no conocía su verdadera historia y eso era a causa del temor que los invadía, el posible rechazo que podría causarle la noticia. Que su mirada y actitud diera un giro radical hacia ellos era algo que ciertamente les aterraba, pero sabían que este día llegaría.

Por el bien de ellos como el de sus hijos debían decirle y afrontar los hechos. Con esta idea en mente se dispusieron a levantarse de aquel banco de madera roja, tomando sus llaves el señor Miya encendió su auto para ir de regreso a su hogar. A su lado la mujer parecía estar aún perdida en sus pensamientos, mirando al frente susurraba palabras que él no llegaba a descifrar y un poco sorprendido por su actitud posó su mano desocupada sobre el hombro de su esposa preguntándole su estado.

—Cielo ¿ocurre algo? si es por lo de Shōyo no estés mal, que yo estaré a tu lado en ese momento— habló trasmitiéndole calma. Él era responsable de velar por su esposa e hijos así que haría todo lo posible para su bienestar.

—No es eso, tengo un mal presentimiento desde hace rato. ¿Y si le pasó algo a los chicos?... ¡¡Shōyo acaba de tener su primer celo y los gemelos son alfas!!— expresó con inquietud ante su imprudencia por haber dejado a un omega y dos alfas solos en casa.

—¡Iré más rápido!— respondió aumentando la velocidad.

Al llegar, rápidamente bajaron del coche corriendo dentro de la casa. Las luces estaban apagadas y el silencio se apoderó del lugar como si nadie habitara en ella. Con cautela pero a paso apresurado subieron la escalera dirigiéndose primero a la habitación del niño, no se oía nada, ningún ruido escapaba desde dentro, inhalando el aire pudieron percibir una débil fragancia después de todo ellos también eran alfas.

La mujer optó en abrir primera la puerta, con calma para que ésta no hiciera ruido con tal de no sorprender o quizás despertar a su residente. Un suspiro de alivio se liberó al ver al niño de hebras naranjas dormitar sobre su cama, su respiración era normal y la tez de su rostro ya estaba tomando su color habitual.

Sonrieron ante la vista de un bello ángel durmiente entre sabanas blancas. El padre cerró las ventanas que permanecían abiertas con un motivo oculto, depositando un beso sobre la frente de su niño cada uno se despidió saliendo del aposento.

Ahora que corroboraron el buen estado del más pequeño era hora de ir por los gemelos. Esas fragancias apunto de esfumarse eran de ellos lo que indicaba que algo había pasado en su ausencia.

Abriendo sin preguntar se encontraron con Atsumu aplicándose desinfectantes en el brazo, desconcertados se acercaron a él preguntándole que había sucedido y este solo les quedó mirando sin saber que decir.

Unos segundos después Osamu entró a la habitación con un paquete de algodón y una botella de agua oxigenada rompiendo con el silencio, de igual manera sólo pasó a sentarse sobre su cama. Las notables heridas que los decoraban claramente eran visibles a sus padres, necesitando una explicación ambos adultos permanecieron en el lugar esperando a que estos hablaran.

Y no tuviendo escapatoria tuvieron que contar los hechos más importantes de como su omega tuvo otra fiebre y ellos le dieron un inhibidor, nada más ni nada menos, los detalles no hacían falta.

Despertó como si nada hubiera ocurrido, el día era espléndido a sus ojos, nubes grises cubriendo el cielo como si fuera a llover y el breve viento semicálido que a ratos se presentaba indicando que las gotas llegarían en cuestión de minutos

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Despertó como si nada hubiera ocurrido, el día era espléndido a sus ojos, nubes grises cubriendo el cielo como si fuera a llover y el breve viento semicálido que a ratos se presentaba indicando que las gotas llegarían en cuestión de minutos.

Como si fuera un día cualquiera se levantó de su cama alistándose para bajar a desayunar, recordaba que ahora tenía dieciséis años y pronto llegaría a la adultez, quizás y el estirón de su cuerpo ya no tardaba en presentarse y podría ser tan alto como sus amigos.

Bajando uno por uno los escalones alfombrados se acercaba a la sala, le pareció extraño el silencio de la casa, normalmente su madre estaría con la radio prendida escuchando el reporte del tiempo mientras preparaba su café y su padre estaría viendo la televisión en el canal de deportes. Por lo menos es así como eran los domingos desde la partida de sus hermanos mayores.

Paró en seco justo cuando estaba por bajar el último escalón, recuerdos de una noche llena de delirios lo abordaron y deseante a que todo haya sido un sueño o ilusión del momento se apoyó contra el pasamanos necesitando inhalar todo el aire posible.

Una vez más deseó que la tierra lo tragara, como pudo dormir tan plácidamente después de tantas aberraciones es lo que se preguntaba, tantas acciones y palabras cobraban vida en su cabeza, como una cinta de vídeo imágenes de aquella noche proyectaban la película.

Y como un balde de agua fría le cayó oír las voces celestiales de aquellos dos chicos a los cuales llamaba hermanos. Sientiendo que estaban cada vez más cerca entró en pánico, no tenía cara para mostrarse ante ellos. Sacudió su ropa palpando sus bolsillos en busca de algún comprimido pero no halló ninguno, sentía el calor subiendo su cuerpo y pensó que tal vez pasaría por aquel infierno de lo inhumano.

Con temor a que algo como lo de anoche pasara de nuevo corrió a su cuarto desechando toda idea sobre el desayuno. Había visto una tableta de pastillas sobre su mesita de noche que quizás fue puesta por su madre y sin pensarlo dos veces tragó una de ellas.

Trataría de evitar todo contacto con ellos, pero el cómo lo haría era el problema. Recordó que ellos habían regresado después de cinco años, años en los que su ausencia fue notable, a pesar de hacer amigos y nuevos conocidos no era lo mismo.

Aquellos que se convirtieron en sus más cercanos compañeros, que estuvieron a su lado desde el comienzo de su existencia. No podía simplemente olvidarlo o evitarlo.

Aún recuerda vividamente el día en que comprendió sus sentimientos, donde no era un simple momento de añorar su compañía por no estar a su lado, donde no se trataba del berrinche de un niño por la ausencia de sus hermanos.

La distancia y los años ayudó a que la cuerda se formara amarrándolos unos a otros y ahora que ambos lados estaban tan cerca, donde él intentaba alejarse y ellos acercarse sólo lograba que ese hilo irrompible se tensara, y aunque pudiera no pensaba aflojar el agarre.

Tan cerca y a la vez tan lejos, suspiró tirándose a su cama. Sentía su rostro arder y mirando por la pantalla de su celular notó el vívido carmesí de su piel donde la vergüenza era el principal causante.

𒆜Dᴇsᴛɪɴᴏ ᴅᴇ Tʀᴇs𒆜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora