꧁ᴥ︎︎︎𝑫𝒊𝒆𝒄𝒊𝒐𝒄𝒉𝒐ᴥ︎︎︎꧂

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Con prisa irrumpió en la habitación de sus mayores y con su linterna iluminó los rostros cansados que dormían plácidamente, cada uno con su mascarilla facial. Su madre siempre los instruía sobre la importancia del cuidado de la piel obligando a su padre a seguirle la corriente.

Se acercó sin importarle lo que pudieran decirle, y le arrebató con una mano la mascarilla pegada a su rostro.

—¡Auch!.. Que mier... ¿Osamu qué haces aquí?— cuestionó con sorpresa la mujer, sobándose el rostro despojado de su tratamiento.

—Rápido—. La estiró de un brazo. —Ve con Shōyo.

La mujer no entendía la actitud de su hijo, quién con la mirada exaltada y el rostro enrojecido pedía de su presencia en lo de su hermano. Ladeó su cabeza dándose cuenta que su esposo aún seguía dormido a pesar del temporal rugiente que le era desconocido hasta hace un momento.

—¿Qué pasa con Shōyo?— se levantó acomodándose la cinta de su bata, Osamu seguía estirando de su brazo indicando que se apresurara.

—Su celo...

—¿¡Por qué no dijiste eso primero!?—. Ahora era ella la que arrastraba del brazo al de cabellos grisáceos.

Al sentir el tacto de su hijo descifró su verdadero estado de urgencia, manos sudorosas con un cierto temblor que las recorría, el pulso acelerado y un brusco cambio de actitud que no se asemejaba a su estado normal.
Estaba siendo afectado nuevamente por las feromonas de Omega.

Pero ¿Y Atsumu?

Una habitación oscura dónde de vez en cuando destellos de gran potencia iluminaban a su residente

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Una habitación oscura dónde de vez en cuando destellos de gran potencia iluminaban a su residente. Relámpagos centelleantes llegaban a su vista a través de las cortinas traslúcidas, lo acompañaban guiándolo a recorrer con sus dedos cada centímetro de su cuerpo.

Con la inquietud que lo consumía y la lujuria que lo corrompía, rodeó su miembro con ambas manos. Pequeños y finos dedos se superpusieron sobre la carne erecta, dónde la punta ya desprendía pequeñas gotas de su esencia.

No fueron muchas las veces que había hecho esto, hasta se atrevía a decir que podía contar con las manos la totalidad de sus momentos de autocomplacencia. Era tímido hasta para tocar su propio cuerpo y su inexperiencia le estaba costando el poder alivianarse.

Movimientos torpes eran ejercidos sobre la carne rosa, arriba y abajo, sus manos marchaban con el objetivo de cumplir su misión. Una, dos, tres... gemidos y gritos ahogados escapaban de sus labios mientras el fuego no descendía desencadenándose más rápido. No era suficiente.

Necesitaba más, no se sentía satisfecho. Un hormigueo lo estaba atormentado en su lado trasero. El orificio que nuca había tocado con esta vil intención, palpitaba pidiendo ser explorado. Un extraño líquido salía desde dentro mojando sus muslos y zona íntima.

No había nadie ahí, sólo era él a oscuras en su habitación. Nadie lo vería, sería el único testigo de este acto lleno de lujuria. Miró sus manos que estaban manchadas con su semen y las dirigió a su agujero.

¿Qué tenía que hacer? ¿Cómo se hacía?

Fue por puro instinto el meter un dedo, recibiendo nuevas sensaciones y sintiendo la textura de su interior dejó de lado toda vergüenza comenzando a sumergirse entre las profundidades del deseo. Un segundo dedo fue introducido, los metía y sacaba una y otra vez simulando estocadas. Y con su otra mano friccionaba nuevamente su pene erecto.

—Ahh mhn~ se siente tan bien mhn

Había encontrado la manera de satisfacerse temporalmente. Acompañado de los rugidos del cielo se complacía así mismo, siendo sometido por sus propios instintos inundó con su fragancia el cuarto que lo aprisionaba. Desconociendo todo sentido de alerta y el temporal donde el cielo caería a pedazos se complacía ignorante del depredador que lo acechaba.

 Desconociendo todo sentido de alerta y el temporal donde el cielo caería a pedazos se complacía ignorante del depredador que lo acechaba

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Tan delicado, tan deslumbrante, tan hermoso e inalcanzable... eran algunas de las tantas palabras con las que Atsumu calificaba a su sol. Sólo podía verlo a la distancia, no importaba que estuviera a su lado respirando el mismo aire, había una clara línea que los separaba, le parecía tan lejano y cada vez que esos ojos avellana lo miraban su corazón temblaba de impotencia.

¿Por qué?

¿Por qué?

¿¡Por qué tenían que ser castigados!?

Su mente ya no lo acompañaba, ante sus ojos su omega lo llamaba. Atsumu fue guiado por el dulce aroma de las feromonas de Shōyo hasta su habitación. Estaba mal, en su momento sabía que debía alejarse como lo hizo Osamu... pero no pudo. 

Abrió lentamente la puerta dejando que la luz de la linterna llegara hacia la cama donde debía estar reposando el menor. No podía creer lo que sus ojos veían, la escena era tan intima e irreal, verlo de esta manera provocó que su cuerpo reaccionara instantáneamente "Soy un pervertido".

Parecía no notar su presencia y Atsumu se sentía cada vez más embriagado por las feromonas. Estrujaba y clavaba sus uñas por la puerta que amenazaba con quebrarse, "Debo irme... pero puedo marcarlo"  su rostro que estaba rojo como si hubiera tomado tres litros de cerveza era todo un dilema. 

Se acercó con pasos desequilibrados, y con sus brazos rodeó al ser que se paralizó parando en seco sus acciones. Shōyo no podía ver de quien se trataba, la habitación estaba oscura y no estaba lo suficientemente cuerdo como para pensar en alguien al instante.

Brazos bien trabajados rodeaban su cuello y cintura por detrás, podía escuchar la respiración de la otra persona, era tan dificultosa como la suya. Incluso podía escuchar las palpitaciones del corazón contrario, eso además del bulto que era presionado contra él.

Fue donde a duras penas actuó conforme a su estado actual, donde se encontraba desnudo y vulnerable a causa de su autosatisfacción de hace unos segundos. Él lo había visto.

Volteó su rostro con la esperanza de ver alguna característica que lo ayudara a saber de quién se trataba, maldijo repetidas veces el no poder hacerlo y como si fuera escuchado por algún ser superior un fuerte rayo descendió del cielo impactando a la cercanía, iluminó una vez más su habitación dando a conocer el rostro de la persona que lo acorralaba.

Orbes dorados lo miraban ansiosos, el lobo que poseía ese cuerpo abrió su boca mostrando sus colmillos. Iba a morderlo.

𒆜Dᴇsᴛɪɴᴏ ᴅᴇ Tʀᴇs𒆜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora