No se olviden de dejarme muchos comentarios!
En Scielo1, una alarma de intruso era preocupante; en Valermo, podía tratarse simplemente de una equivocación. Igual debía revisar, pese a la flojera infinita que me causaba subirme al auto y conducir hasta el centro de la ciudad.
Esa mañana de navidad las calles estaban vacías. Pareciera que nadie vivía en esa pequeña y tranquila ciudad.
La puerta del estudio estaba cerrada y no había signos de que la entrada hubiese sido forzada. Entré. Me fui hacia las camillas del fondo y me di cuenta que alguien dormía ahí.
Por el cabello rosa identifiqué a Iris de inmediato. La tomé del hombro y despertó con un gran sobre salto.
—¡Aaron! —exclamó, levantándose mientras acomodaba su sudadera negra.
—¿Qué haces aquí?—le pregunté.
—Lo siento, anoche hubo una fuga de gas donde vivo y nos desalojaron. No tenía donde pasar la noche y no quería molestarte a ti o a John, por eso no los llamé. Me aseguraron que nos dejarían regresar hoy en la tarde, así que ya me voy. —Iris se disculpaba llena de vergüenza. Tomó su mochila de una silla contigua y no se animaba a mirarme a los ojos.
—La alarma me avisó de movimiento hace como media hora.
—Vine a la media noche, pero debió detectarme recién cuando fui al baño. En serio Aaron, lo siento, sé que fue inapropiado, pero...
—¿Pasaste la noche buena sola? —interrumpí.
—Sí. Bueno, no celebro la navidad exactamente y llegué a la ciudad hace dos meses. Los pocos amigos que tengo sí están con sus familias, por eso no quería molestar a nadie. ¿Vas a despedirme?
—¡No! ¿por qué...? —le empecé a preguntar. Su actitud me impacientaba un poco. La situación era comprensible, y yo no era un monstruo o una mala persona para no entenderlo—. ¿Qué vas a hacer ahora?
—Nada, bueno, iré a comer algo y pasearé por la ciudad para hacer hora. Hasta que pueda regresar a mi apartamento.
Tomé un largo suspiro.
—Mejor ven conmigo. La ciudad está muerta, no hallarás nada de comer. Yo tengo demasiada comida en casa.
—¿En serio? —se sorprendió.
—Sí, no pasa nada. Solo vamos.
Hubiese querido que el viaje hacia casa fuese más corto. Iris insistía en cortar el silencio incómodo con preguntas que me podían más incómodo aún.
Por fin llegué a la entrada de casa, teníamos un jardín amplio con un sendero de arena. No estábamos al borde de la playa como cuando vivíamos en Almarzanera, más lo suficientemente cerca para sentir la brisa del mar moviendo los árboles.
Noté a Grecia metiendo algo en la maletera de su auto. En cuanto me vio, la cerró de golpe.
—¿Qué llevas? —le pregunté cuando me bajé, pensando que necesitaba algún tipo de ayuda.
—Nada —respondió rápido, poniéndose de espaldas contra la parte de trasera de su vagoneta.
Por su actitud sospechosa me acerqué y la hice a un lado. Por la ventana vi que lo que guardaba era una moto pequeña. Por un instante pensé que era una de las que Tiago o yo le habíamos comprado a Dylan, sin embargo, esta era de color azul.
—¡Tú también le compraste una moto!—le reclamé.—¡Y nos regañaste a mí y a Tiago!
—¡No! No es así—se quiso defender, primero exaltada, luego lo pensó mejor y bajó su tono—. Bueno, pensé que si la compraba y se la daba, ustedes no dirían nada, pero Tiago se adelantó a entregarle la suya. ¡Eso no quita que incumplieron el trato! Miman demasiado a Dylan.
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Shifting
خارق للطبيعةCuando mi hijo me advierte que hay un monstruo debajo de su cama... sé que dice la verdad. Porque él mismo trae esas criaturas a nuestra realidad mientras viaja de una dimensión a la otra. Como hacía yo, como hacía su madre, como hacían sus otros pa...