Capitulo veintidos: Gracias

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-Eso es... Dios, lo lamento mucho. - soltó Ester con pesar en sus palabras y tristeza en su mirada. Félix asintió con la mirada fija en el colchón de la cama y Aria guardó silencio.

Después de los acontecimientos de los últimos días antes de Navidad habían hecho que enterarse del asunto fuera inevitable, lo que los llevó a estar a los tres sentados sobre la cama de la habitación del par de casados.

-Entonces, esta es su segunda navidad sin ella ¿no? - preguntó Félix en medio del silencio. Aria asintió lentamente. El moreno la miró con atención. - ¿Quieres que oremos por ellos?

Aria los miró a ambos. - ¿Orarían conmigo?

Ester y Félix sonrieron y entrelazaron sus manos para luego ofrecerle la mano libre a ella. - Claro que sí y no lo hacemos por ti, pues no hemos dejado de sentirnos bienvenidos en esta casa desde que llegamos. Quiero bendecirla. - terminó Ester.

La castaña sonrió ligeramente y unió ambas de sus manos a las de sus amigos para luego cerrar sus ojos y empezar a hablar con aquel que todo lo sabe y todo poder tiene. Aquel que estaba justo ahí, junto a ellos, mirándolos con una sonrisa.

-Hola papá. - musitó Aria mientras también sonreía.

***

Aria cerró la puerta de la habitación y cuando iba a empezar a caminar en el pasillo escuchó una suave melodía llegar a sus oídos. Deteniéndose en su lugar volteó hacia la puerta de donde provenía y caminando hasta doblar en la esquina del pasillo se topó con el pedazo de madera blanco que estaba medio abierta. Asomándose un poco por ahí encontró a Nate sentado en su cama con una guitarra entre sus manos, sus ojos cerrados y sus dedos moviéndose por las cuerdas que soltaban tan preciosa canción.

Aria admiraba al niño enormemente, tenía un don maravilloso y cuando lo usaba, podía ver cuanto Dios lo amaba por medio de él. Lo que la llevó a preguntarse si ella era feliz con su trabajo. Aria lo pensó mucho antes de elegir literatura como la carrera que quería estudiar en la universidad y al final, después de dos años de graduada, se preguntaba si tomó la decisión correcta cuando no sentía que estaba en el lugar indicado laboralmente hablando.

Ahí, en ese momento, sintió que debió estudiar lo que en aquel entonces a sus diecinueve años quiso más que nada pero por factores externos como su economía no intentó, teología la habría hecho sentir muy diferente a como se sentía ahora, la habría hecho tan feliz como la hacía leer los libros de C.S Lewis, entre otros muchos más autores, ahí estuvo segura. La tan sola idea de pensarlo le aceleraba el corazón.

Lo escucho atentamente sin hacer ni un solo ruido hasta que terminó de cantar, cosa que ella no notó hasta que la voz ronca y a veces aguda de Nate llegó a sus oídos.

-¿Aria?

La castaña se sobresaltó por ser descubierta así que se volteó hacia el menor con una sonrisa penosa.

-Hola Nate. - lo saludó abriendo la puerta.

-¿Qué haces ahí? Pasa. - le dijo el adolescente sin moverse de su lugar y dejando la guitarra aún lado sobre su cama. Aria ingresó a la habitación que ya había visto antes cuando Liam lo cargo en su espalda después de aquella pijamada, ella le había abierto la puerta para que entrara con facilidad. Se acercó hasta preguntar si podía tomar asiento en la silla de su escritorio, el menor asintió. - ¿Sucede algo?

-No. - negó con una pequeña sonrisa. - No sucede nada solo... te escuchaba. Eres bueno ¿Lo sabías?- Nate se encogió de hombros sin negarlo. - Vaya, cuanta humildad.

El menor se río y Aria también lo hizo con él. La primera impresión que tuvo del muchacho había sido divertida por la proposicion que le tiró y con el paso del tiempo había descubierto lo que en ese momento pensó, era un niño sumamente tierno y hasta maduro a veces. Era más calmado que Margot en cuanto a entusiasmo y algo más callado que Liam pero sumamente honesto, gracioso, competitivo y talentoso. Un encanto.

Te lo dije: "Todo estará bien"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora