Capítulo 5

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El día era soleado, el cielo se encontraba despejado y de un hermoso azul. Desde la ventana de la habitación de Bangchan, parecía ser el preludio de que podía ser un buen día dentro de un oscuro mes. Se había invadido de optimismo, seguro de que su felicidad dependía de él y su esfuerzo, de que debía atraer algo bueno a su vida. Aquella cálida brisa que golpeo su rostro al abrir las ventanas de par en par lo llevo a un extraño recuerdo, un rostro, una epifanía. Su padre estaba muerto, él realmente lo estaba. No tardo en llamar a uno de sus caballeros con una gran sonrisa en su rostro. Le alcanzo un pequeño papel y una carta.

- Por favor, envié esta carta a esa dirección. Es una invitación para esta misma tarde. Que sea cuanto antes- luego fue hacia el gran comedor donde sus hermanos, Changbin y Chaeryeong, desayunaban. Ambos se encontraban en total silencio, inmersos en la oscuridad de esa gran y fría habitación. En el pasado invitaban a todos sus hermanos a desayunar junto a ellos, era una costumbre que al rey le gustaba mantener. No había notado cuan grande era aquel lugar hasta que solo fueron tres. Chan abrió las cortinas de par en par, dejando ver el hermoso jardín frontal del castillo a través de aquellos inmensos ventanales. Su hermana entrecerró los ojos aun algo dormida y molesta por la luz.

- Son las seis de la mañana, ¿Por qué estas tan feliz? - lo miro extrañada.

- Epifanía- dijeron al mismo tiempo Bangchan y Changbin, quien lo conocía más de lo que le pudiera agradar. Este lo miro extrañado, tal vez era realmente predecible o hacia aquello con frecuencia, simplemente dejo escapar una risa.

- Hoy habrá una invitada en el castillo, quiero que todo este perfecto- explico.

- Oh, ¿La joven del baile? - pregunto Changbin y procedió a darle un sorbo a su café mientras leía el diario matutino. Las mismas aburridas noticias de siempre.

- Sí, su nombre es Sana- afirmo tímidamente con una ansiosa sonrisa.

- ¿Qué? ¿No crees que es muy pronto? Digo, ni le hicimos un funeral. Tal vez eso pueda esperar- dijo su hermana, quien no parecía haberlo tomado bien.

- Bueno, en un caso cotidiano se respetaría un luto, pero aun tenemos un asesino suelto y hermanos con potencial para exigir el trono, que por cierto, mi padre me confió. Viéndolo desde esa perspectiva una prometida es una excelente estrategia, y una buena noticia es lo que más necesitamos.

- Creí que no querías casarte- agrego la joven.

- Ya, pero luego conocí a esa chica y me pareció bonita.

- ¿Dices que luego de años de posponer y ver las alianzas como una tortura, por fin acepta casarte con una extraña porque te pareció bonita? Ahora quieres casarte con la primera chica linda que ves y te sonríe, pero se necesita más que eso para ser una reina. Los hombres son tan bobos y superficiales- dijo levantándose de la mesa- ya sé enfrió mi café, no lo quiero- añadió saliendo de la habitación.

- ¿Dije algo malo?

- Siempre se despierta de mal humor. Y tú, al contrario, estas demasiado feliz.

- ¿Estás de acuerdo con ella? ¿Suspendo la cita?

- Has lo que quieras, eres un hombre adulto, no seas tan inseguro- dijo sin quitarle la mirada al periódico.

- ¿Tan interesante esta eso que ni me miras?

- Twice.

- ¡¿Otra vez?! Creí que por fin habían dejado el reino.

- Le robaron a un Lord en el camino del ogro.

- Tendré que ocuparme de eso. Tal vez mañana. Hoy no voy a dejar que nada me arruine el día- dijo convencido.

La maldición del ilegitimoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora