Poco a poco comenzaba a retornar mi consciencia; me retuerzo en la cama, gozando del sosiego que se adueñó de mi corazón. Una suave y cálida brisa acaricia mi cuerpo y estremece mis cabellos. A medida que mis sentidos se activaban, creí oír en la cercanía el dulce silbido de un ruiseñor. Llevé una mano a mis ojos cuando un rayo de luz golpeó directo contra mi rostro; la melodía de la avecilla se oía con mayor claridad como para tratarse de mi imaginación; de fondo se oía la sacudida de las hojas de los árboles, y el efluvio de los árboles frutales me trajo de regreso a los días de mi infancia.
Aún no podía hacer uso de mi visión, y cuando me incorporé en la cama, un vestido rosa con delicados vuelos se deslizó por mis pequeñas piernas. Al levantar la vista me vi brevemente en el espejo; era yo, a la tierna edad de siete años, de regreso en mi habitación que con tanto añoro guardaba en mi corazón.
—Buenos días.
Al oír aquella voz, sentí que mi alma abandonaba mi cuerpo por unos segundos; allí estaba ella, la mujer que creía perdida en las lagunas de amnesia, la mujer que me trajo al mundo, que me crió y que trabajó duramente para hacer de aquellos años los más dichosos de mi vida. Sentada en la mecedora, su largo cabello azabache caía por sus hombros, siendo mecido por la brisa que ingresaba de la ventana, mientras me miraba con un gesto afable cargado de amor, propio de una madre.
—Lamento despertarte tan temprano, Stella. —Ella me sonríe de manera maternal; dirigí mi atención a sus dos manos, las cuales descansaban sobre su vientre abultado—. ¡Es hoy, Stella! ¡El día ha llegado! —exclamó, y la vi declinar su mirada nublada por las lágrimas en un gesto de pleno júbilo—. Hoy verás a tu hermano menor, hoy verás a Tiziano.
Los recuerdos de mi yo actual parecieron viajar a mi yo infante, pues al instante que mamá nombró a Tiziano, mis ojos se abrieron enormes ante el horror.
—¡No! ¡Mamá, no! —gimoteé, corriendo hasta ella y cayendo de rodillas a su diestra, aferrándome de la falda de su vestido.
—¿Uh? ¿Qué te ocurre? —Ella acarició mis cabellos en un vano intento por consolarme.
Apreté mis puños en la tela de su vestido, sollozando al tiempo que sentía las tibias lágrimas caer sin control por mis mejillas, mientras repetía una y otra vez «no, mamá». Porque sí, ese era el último recuerdo que tenía de mamá llena de vida antes de volverla a ver postrada en una cama, viendo como poco a poco su vida se extinguía como la llama de una vela al viento.
—Stella… —Su mano soltó mi cabeza—. Sabes… que esto debe ocurrir —su voz sonó gélida, apagada, como si me hablase desde una mayor distancia, como si fuera un lamento antes de sucumbir ante las garras de la muerte.
Cuando alcé la mirada, extrañada por el cambio de su voz y porque la luz se había ido de pronto, solté un grito de horror al contemplar que, ante mí, yacía mamá, con la cabeza colgando en un costado y una mirada vacía, y en su —ahora plano— vientre una herida profunda de la cual se desprendía sangre en gran cantidad. La luz de la luna que de pronto cubrió el Sol reflejaba su tono escarlata sobre ella, la cual resaltaba en su piel cenicienta.
Una mano me tomó del cabello, obligándome a mirar hacia atrás. Me encontré con unos ojos rubíes que reflejaban una luz demoníaca; allí estaba él, con su pálido y desnutrido cuerpo desnudo cubierto de tierra, la última imagen suya que conservaba en mi memoria mientras cubría su sepultura y me despedía de él.
—Esto debe ocurrir —repitió lo dicho por mamá. Se inclinó hacia mí, y sin soltar mi cabello, atrajo mi rostro al suyo—. Stella, hermana mía, esto debe ocurrir —continuó. Sentí su agarre volverse más fuerte, sus dedos crujir ante el ímpetu que ejercía—. Stella, esto debe ocurrir, Stella…
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𝐌𝐀𝐑𝐈𝐎𝐍𝐄𝐓𝐀 ⊹ saint seiya
Fanfiction❝ 𝐄res como las malvas que crecen en los cementerios; de una belleza singular, y al igual que ellas, floreces a pesar de que te encuentras rodeada de muerte ❠ ❨人形❩ ⸻ 𝐒𝐓𝐄𝐋𝐋𝐀 es elegida como Kyotō, una de las máximas autoridades que rigen el In...