20 ❱ ORIGEN

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Mi frente fue bañada por un sudor frío, y mi cuerpo emitía pequeñas reacciones convulsivas al tiempo que mi corazón resonaba con la tensión de un minutero oxidado y averiado. No supe en qué instante de la ilusión había comenzado a llorar, ya que las gruesas lágrimas caían por mi barbilla sin control. Tenía tantos sentimientos encontrados que todos ellos se manifestaban a través de mi llanto. Aquellos momentos de mi vida encallados en el vasto mundo de la amnesia se esclarecen ante mis ojos.

En todo este tiempo, Hades había permanecido ante mí, con una leve sonrisa en sus labios, cual gesto paternal.

—¿Al fin has recordado, Stella?

—Mi hermano. —Llevé una mano a mi pecho, viendo las gotas de lágrimas caer al suelo—. Usted le devolvió la vida, ¿no es así? Entonces…

—Cumplí mi promesa, Stella. A tu hermano le fue devuelta la vida. Pero no le di la inmortalidad, solo devolví su alma al mundo en el cual vivió como un ser humano normal.

—Pero su enfermedad…

—Temo que la razón de su enfermedad no fue coincidencia.

Levanté la cabeza de golpe ante el sobresalto, emitiendo un jadeo a causa de la impresión. Hades se había puesto en pie, y desde la altura me observaba con un gesto frívolo pero a la vez sincero.

—Al poco tiempo tú tardaste en desarrollar el poder del Cosmos. Tus habilidades florecieron, te volviste digna de portar la Surplice que el primer Griffon de nombre Minos usó con orgullo en la época mitológica. Tu fuerte lazo con el Inframundo no debía afectar a tu hermano, a quien yo mismo le di el don de vivir. Más yo no contaba con que otro Cosmos aparecería en sus vidas, un Cosmos infinitamente poderoso que solo otro dios como yo puede tener: el Cosmos de Athena.

—¡¿Athena?! —exclamé.

—Todo este tiempo de seguro te has estado preguntando en dónde está el padre que tú tanto esperabas. Te sorprenderá saber que, indirectamente, estuvo todos estos años contigo, siendo la cabeza de una fundación de gran prestigio a nivel mundial que también tenía control sobre el orfanato en el cual tú y tu hermano crecieron.

—Fundación Graad —susurré para mí misma, y recordé el nombre tan aclamado en el mundo. Aquel hombre, cuyo retrato estaba impreso en el orfanato cual salvador caído del cielo, no podía tratarse de otro más que de aquel de quien no me quedaban recuerdos, pero que estábamos más conectados de lo que jamás llegué a imaginar.

Hades asintió.

—Exacto, tu padre no fue otro más que Mitsumasa Kido, uno de los hombres más poderosos e influyentes de este siglo.

Escarbé en mi memoria tratando de hallar cualquier indicio de tener un parentesco con aquel hombre, más que compartir la mitad de la nacionalidad. Mamá nunca nos había hablado de él más que palabras casuales. Le había prometido estar presente en el nacimiento de Tiziano, pero desde que ella falleció en el parto, jamás volvió a aparecer. Si es cierto que Mistumasa Kido es mi padre, todo este tiempo estuvimos viviendo bajo el ala de su fundación. ¿Por qué, entonces, jamás se nos habló al respecto? ¿Acaso él no lo sabía? Imposible, al menos debía estar al tanto de mi existencia, si pasaron ocho años para que él volviese con mamá. ¿Acaso tuvo la crueldad de abandonar a sus dos hijos en manos de un destino aciago? ¿Acaso los servicios extra que la fundación nos brindaba no eran más que su limosna, su pago por remediar su irresponsabilidad?

Estas preguntas parecieron ser adivinadas por Hades, quien al instante dijo:

—Mitsumasa Kido fue un hombre de alto prestigio en el mundo, pero su vida estaba plagada de secretos que, de salir a la luz, su reputación habría caído junto con su fortuna. Y era que, alrededor del mundo, el pecado de la adulteración lo condujo a tener amoríos con cientas de mujeres, de cuyo fruto nacieron tantos hijos como puedes imaginar. Tu madre fue una de esas tantas mujeres, seducidas por su encanto de hombre de negocios y sus vanas promesas.

𝐌𝐀𝐑𝐈𝐎𝐍𝐄𝐓𝐀 ⊹ saint seiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora