25 ❱ FRAGILIDAD

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Allí me encontraba, de pie ante el borde del mundo, el fin del universo conocido y el inicio de un vasto espacio moldeado para aquellos de sangre sempiterna, los únicos capaces de penetrar los confines del tiempo y el espacio. Ante el Muro de los Lamentos, me sentía tan diminuta que, a pesar del inconmensurable espacio que me rodeaba, la sensación de ahogo me nublaba con emociones que lindaban con una extraña mezcla de claustrofobia y vértigo.


—¿Por qué me has citado aquí?

Rhadamanthys se había mantenido distanciado de mí, sin atreverse a subir el último escalón que conducía al fin de los dominios de Hades, al menos, los conocidos.

—Porque este punto es lo más cerca que podemos estar nosotros, meros mortales, de la presencia de los Dioses.

Un escalofrío que abrazó mi espalda. Coloqué una mano en el Muro.

—¿Qué crees que se halla más allá?

—No puedo estar muy seguro, pero tengo una idea.

Caminó hacia mi lado, y depositó una mano encima de la mía, mientras que con el otro brazo libre me abrazó por los hombros. La calidez de aquel tacto alivió en gran medida el estado de nerviosismo que circulaba por mi ser. Acciones tan insignificantes como la forma en que sus dedos presionaban con suavidad los míos, sus leves roces sin malas intenciones en mi cintura, o los segundos que mantenía el contacto visual conmigo, bastaban para enloquecer a mi corazón.

—Tal vez… Este camino conduce a Elysion.

—¿Elysion? —repetí, saliendo de pronto del hechizo. Regresé la vista a los rostros de los Dioses Gemelos tallados en el Muro—. ¿Hablas de ese lugar, a donde son enviados los elegidos por los Inmortales?

Elysion, el lugar liberado de las pasiones terrenales, cuyos bellos campos no conocen el pecado ni el sufrimiento; un mundo que solo unos selectos de la Tierra tienen permitido llegar como recompensa a una vida puritana o de servicio a un dios. La otra cara de la moneda del Inframundo, la contraparte de éste; eso representa Elysion, el Paraíso para unos pocos, un lugar utópico e inalcanzable para otros.

—Así que… ¿Es ese lugar a donde suele retirarse Hades? —le pregunté.

Había días en los que la presencia de Hades solía desaparecer de nuestro radar. Sabíamos que solía frecuentar un sitio lejano al que los humanos no somos capaces de llegar, así que los primeros días como Meikai Sankyōto, con Aiacos aprovechamos esos instantes para fugarnos a la superficie e ir a un McDonald 's. Luego de eso, Aiacos comenzó a declinar de aquellas salidas, por lo que convencí al danés de que me acompañe alguna vez. Aún recordaba con humor la vez que volvíamos de una cafetería y nos cruzamos con Pandora, quien regresaba de una misión de espionaje al Santuario de Athena. Yo tenía preparada una mentira en algún caso de emergencia como aquél, pero mi acompañante estaba temblando como testigo falso, algo que no fue de mucha ayuda para darle veracidad a mi excusa. No obstante, Pandora dejó pasar nuestra falta aquella vez, quizás porque se encontraba muy agotada luego de tanto trabajo, y solo se limitó a darnos una reprimenda como a un par de cachorros atrapados mordiendo una alfombra.

Puedo estar segura de que, si hubiésemos tenido que confesar, Rhadamanthys hubiera preferido decir que era un castrato, antes que aceptar que abandonó sus deberes como Kyotō para ir a comer pastel de chocolate con malteadas de fresa.

𝐌𝐀𝐑𝐈𝐎𝐍𝐄𝐓𝐀 ⊹ saint seiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora