2 ❱ DESCONOCIDO

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En aquel lugar, la única iluminación que teníamos era la de los coches pasando por las calles laterales, o la cortina de luz lunar que se abría paso entre las hojas del naranjo, debajo del cual estábamos sentados. En mis oídos aún persistían los latidos desenfrenados de mi corazón, productos del susto que me causó aquella persona, la cual había permanecido oculta del resto de mis sentidos todo ese tiempo.

El tiempo que duró encendido mi mechero me sirvió para distinguir brevemente algunas características de mi nuevo acompañante. Una de ellas era la mata de cabello dorado, la cual adquiere reflejos azules gracias a la luz de la Luna sobre nosotros. Era un hombre joven de hombros anchos que gozaba de cuerpo atlético, además de unos de profundos ojos color ámbar que, a pesar de la oscuridad, podía notar que estaban puestos sobre mí con la misma intensidad que un juez evalúa el desempeño de un atleta.

—Espero que no te importe que te acompañe en tu miseria.

Me quedé un instante sin decir nada al estar analizando el tono de voz, tan profunda y varonil a pesar de los pocos años que le daba, el cual no se me hacía conocido de ningún lado. No obstante, era menester señalar que desprendía un tipo de energía que aumentaba mi sensación de inquietud, la misma que venía experimentando desde que puse un pie en aquel parque. Aún así no vi amenazas en él, y no creía que tuviera intenciones de hacerme daño. Me calmé pensando que quizás sólo era un desconocido que, al igual que yo, buscaba un momento de soledad para pensar.

—Para nada. —Eché la cabeza hacia el cielo mientras daba una calada. Lo miré por un instante—. Pero si lo que buscas es a alguien con quién hablar, no soy la persona indicada. No tengo ánimos para hacerlo.

—No te preocupes, yo tampoco. —Suspiró, y así nos quedamos en silencio.

Estar sentada a la par de un desconocido, compartiendo un silencio incómodo, hizo que la inquietud en mi pecho enviara ondas de nerviosismo a cada extremidad de mi cuerpo. Cada tanto podía sentir su mirada sobre mí, como si estuviera atento al más mínimo de mis movimientos. Necesitaba ver su rostro aunque sea un instante, y pensé que con eso podría calmar mi ansiedad.

Fue así cuando decidí ofrecerle un cigarrillo, el cual aceptó luego de susurrar un casi inaudible «gracias». Aproveché la llama del mechero para poder verlo mejor. La luz creó sombras en su rostro que destacan más sus rasgos estoicos pero con cierto atractivo. Pude confirmar que en efecto debíamos tener casi la misma edad, pero con aquel porte tan firme y elegante daba la ilusión de ser mayor.

—Tendré que romper nuestro acuerdo. —Escuché la fricción de la tela, y podía asegurar que cambió de posición para hablar con mayor comodidad—. ¿Qué hace una chica como tú fumando en completa oscuridad, mientras ve los coches pasar a lo lejos?

—Mi hermano menor. —Usé el codo como soporte mientras recostaba la cabeza en mi palma. Suspiré—. Tiene un grado avanzado de cáncer, y los doctores no le dan más de un mes de vida.

La cabeza del extraño se giró hacia mí.

—¿Un mes? Entonces, ¿por qué estás aquí, en lugar de aprovechar cada segundo a su lado?

La pregunta me tomó por sorpresa, causando un sobresalto en mi corazón. No tenía ninguna respuesta preparada para eso.

—Supongo que… En el fondo me niego a aceptar que eso sucederá, y por eso evito estar en el hospital, donde ese ambiente me recuerda que pronto la cama que ocupa estará vacía.

—Es el orden natural de la vida, todo ha de seguir su curso —me respondió, y prosiguió antes de que lo interrumpa—. Tarde o temprano iba a suceder, de seguro que en el fondo lo sabías.

𝐌𝐀𝐑𝐈𝐎𝐍𝐄𝐓𝐀 ⊹ saint seiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora