Desde nuestro descenso al Mundo de las Tinieblas, nuestras visitas a Giudecca eran tan pocas e inusuales que podríamos describirlas con lujo y detalle. Y mucho menos frecuentes eran aquellas veces en las que teníamos el honor de estar ante el Amo del Inframundo, aunque fuera detrás de unas cortinas blancas. Hades solía honrarnos con su presencia cuando, a través de Pandora, recibimos nuevas órdenes cuya importancia requería la presencia de nosotros tres. Es por eso que desconocía la apariencia con la que Hades se manifestaba, e incluso su propia voz era un misterio. La única certeza que se nos ofrecía de que aquél sentado en el trono era nuestro dios, se debía a su Cosmos, su deiforme y tan magnificente Cosmos que ningún mortal en la tierra puede alcanzar.
Aguardé postrada en medio del salón a la aparición de aquella divinidad. Cada segundo transcurría de una manera que crispaba mis ánimos, al igual que los latidos de mi ansioso corazón resonaban en mis oídos. Llegué a pensar que, al igual que las otras veces, mi comunicación con Hades sería mediada a través de algún vocero, por lo que expulsé toda esperanza de poder verlo.
Cuando sentí su presencia en ese mismo salón, decliné mi semblante, como si las huellas del tiempo cósmico le señalaran a mi cuerpo las acciones a tomar ante aquella divinidad.
—Stella.
Mi alma pareció querer brotar de los poros de mi piel cuando aquella voz, tan profunda y con notoria magnanimidad resonó en mi mente. Mis manos convulsivas seguían aferradas al suelo. El eco de sus pasos retumbó por todo el lugar.
Estaba delante de mí. Hades, el dios que hasta entonces se había abstenido de abandonar sus aposentos y dejarse ver, ahora había atravesado el cortinado blanco y se hallaba a pocos metros de mí.
—Han pasado quince años desde la última vez que nos vimos —habló.
Aunque mi sentido del respeto me gritaba que le respondiese con educación y sumisión, mi lengua parecía tan muerta como si se hubiese reemplazado con una tela, inmóvil e incapaz de florecer el sonido de mi garganta.
—Levanta la cabeza —ordenó.
No perdí el tiempo en alzar la mirada, en parte para obedecer su pedido, en parte por la curiosidad que me picaba en las entrañas. El aliento abandonó mis pulmones cuando pude verle. Aquella manifestación espiritual y cósmica del Dios del Infierno poseía una belleza tan deslumbrante que no mermaba el sentido autoritario propio de él. Era endemoniadamente bello, irradiando un atractivo angelical cuya mirada lograría purificar el alma más vil en la faz de la existencia humana. Aquellos luceros turquesas carentes de pupilas emanaban un resplandor propio de una galaxia; aunque en ese momento podría decir que él parecía la encarnación del Universo mismo.
¿Acaso esa era la sensación que provocaba ver a un dios?
Otro rasgo que ameritaba ser señalado era la edad juvenil con la que se presentaba, asido a una apariencia adolescente, quizás con el objetivo de galardonar más su espíritu puro e indómito. Aquel rostro ceniciento con rasgos distintivos de un oriental se hallaba enmarcado con una mata de cabello bermellón, mismo color que caracteriza la sangre fresca.
Él habló así:
—Puedo ver que tu corazón se halla nublado a causa de las dudas, y hoy cada una de ellas será saciada. —Se inclinó ante mí, y tomó mi rostro entre sus níveas manos. Un torbellino de recuerdos recorrió mi cerebro como una descarga eléctrica y el ser fantasmal, que mi vaga memoria logró materializar, se presentó con claridad—. Un mes había transcurrido desde que mi alma ascendió al Mundo de los Vivos, y al carecer de un cuerpo mortal con el que pudiese poner en práctica mi voluntad, decidí emplear el tiempo de mi letargo indagando acerca de aquellos que pronto estaría bajo mis dominios, mis Specters. La mayoría de aquellos nacidos bajo Estrellas Celestiales y Terrenales eran sólo unos infantes en aquel entonces; ninguno de ellos tenía activa la llama del Cosmos en sus corazones, y deberían pasar unos años para que dicho momento ocurra. No obstante, entre todos aquellos niños que en un futuro cercano estarían a mi lado, hubo una niña en especial que captó mi atención, una niña italiana que nació bajo la protección de la Estrella Celestial de la Nobleza, una niña que había comprendido el significado de la muerte a tan tierna edad.
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𝐌𝐀𝐑𝐈𝐎𝐍𝐄𝐓𝐀 ⊹ saint seiya
Fanfic❝ 𝐄res como las malvas que crecen en los cementerios; de una belleza singular, y al igual que ellas, floreces a pesar de que te encuentras rodeada de muerte ❠ ❨人形❩ ⸻ 𝐒𝐓𝐄𝐋𝐋𝐀 es elegida como Kyotō, una de las máximas autoridades que rigen el In...