28 ❱ ESPÍRITU

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Al salir de la habitación, fui interceptada por Zelos, la mascota humana de Pandora, cuya presencia me hacía crispar los nervios. El enano de rostro de idiota fortalecido con una mirada de engreimiento me dió las nuevas de Grecia: como era de esperarse, los soldados que había enviado Rhadamanthys habían sido derrotados en manos de los Saints de Athena. A su vez, dos de aquellos Gold Saints traidores fueron vencidos, Cáncer y Piscis según sus palabras. En cuanto a los otros cuatro, poco se sabía de la suerte que corrió Aries, el Kyokō revivido, ya que se decía que los otros tres se abrían paso solos entre las Doce Casas, descartando por el momento la teoría de una futura traición por parte de ellos. No obstante, aún no me podía fiar.

—Si eso es todo, regresa al lado de la señorita Pandora —le dije al enano, dando media vuelta para alejarme de allí.

Escuché los saltos de rana de Zelos a mis espaldas, el cual se interpuso en mi camino de un brinco.

—La señorita ha perdido su confianza en ti —habló el enano, sonriendo con malicia—. Pandora ha tenido la enorme gentileza de perdonar tu vida en varias ocasiones, y me pregunto si será capaz de dejar pasar una nueva falta de tu parte, Stella.

—Mide tus palabras, enano asqueroso. —Traté en vano de darle un puntapié, ya que logró apartarse de un salto y acabé rasgando la alfombra al hundir mi pie envuelto en mi Cosmo—. Recuerda quién soy yo.

—Mucho temo que no lograrás espantarme con eso, Stella. —Rió, enseñando sus dientes puntiagudos—. Ahora que he tomado tu lugar como consejero y sirviente personal de la señorita Pandora, estoy a una posición mayor a la de ustedes, los Kyotō. Además, todo lo que digas puedo usarlo en tu contra, y naturalmente ella me creerá a mí antes que a ti, además…

Me ví obligada a morder mi labio inferior, mientras presionaba mis puños de tal manera que las uñas se clavaron en mi carne. Ese enano bastardo tenía razón; me hallaba en desventaja con respecto a la estima que Pandora tenía en cada uno.

Tuve el pensamiento de que, despertando un poder enviado por la Divina Providencia, lograba encoger a ese miserable al tamaño de una cucaracha, y así yo podía aplastarlo con el tacón. Sonreí ante tal idea.

—... Así que deberías ser tú quien cuide sus palabras —prosiguió el enano con un discurso que no quería ni tenía la obligación de escuchar.

Un flash cruzó por mis pensamientos, y me giré bruscamente hacia él, haciéndolo dar un salto atrás espantado ante mi fiera mirada.

—Acaso... ¿Fuiste tú quien le dijo a Pandora acerca de las acciones de Rhadamanthys?

—Oh, lo has entendido. Bien, si te interesa... Sí, fui yo quien le hizo notar a la señorita Pandora de lo que sus soldados más fuertes estaban tramando a sus espaldas. —Zelos ensanchó más su sonrisa perversa—. Sería interesante saber qué clase de castigo les esperará cuando le revele también lo que tú y el Kyotō de Wyvern estuvieron haciendo hace unos instantes a puertas cerradas, en su propio castillo, en medio de una Guerra Santa.

El enano sinvergüenza comenzó a reír a carcajadas cuando vio mi reacción, como creyendo que había ganado la partida para mí. Sin embargo, poner en jaque al rival no garantiza la victoria; cualquier movimiento en falso podría ponerte a ti mismo en aprietos y, quizás, de cara a la derrota.

Pandemonium Stage.

Al pronunciar esto, hice materializar con mi Cosmos en mis manos un libro traslúcido color magenta, el cual emitía un resplandor similar al aura de mi poder. Zelos dejó de reír para prestarle atención a mis movimientos, y le ví de pronto abrir sus ojos enormes ante el terror.

Llegó mi turno para reírme.

—Tú, Verdad, que guardas registro de todo lo que acaece en el mundo de los mortales, toma control de esta alma que te ofrezco en sacrificio —comencé a recitar, a medida que cientos de hilos brillantes salían del libro—. Déjame ser el titiritero de tu voluntad, para así ejercer dominio sobre éste a quien yo he de autoproclamar mi títere.

𝐌𝐀𝐑𝐈𝐎𝐍𝐄𝐓𝐀 ⊹ saint seiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora