—¡Vamos, Simba, ven aquí!
Brody salió de la piscina y corrió por los azulejos hasta el césped, que se extendía hasta la hilera de robles y nogales que bordeaban el jardín del rancho. Brody corría por la hierba, mojado y riendo. Simba lo perseguía ladrando animadamente.
El sol había empezado ya a bajar detrás de los árboles. Liam y Zayn estaban sentados al lado de la piscina.
—Creo que se lo ha pasado bien —comentó el Alfa.
El Omega sonrió y tomó un sorbo de su margarita. —Más que bien. Le ha encantado montar en pony y se ha comido un kilo de costillas.
—Eso no es mérito mío. Las costillas son la especialidad de Miranda.
Miranda Coutera era una beta, el ama de llaves del rancho.
Zayn levantó su vaso.
—Y las margaritas también.
Liam chocó su vaso con el de él.
—Por Miranda.
—Por Miranda —repitió Zayn con suavidad.
Se encendieron las luces de la piscina y un mosquito zumbó cerca del oído de Liam. Él se dio un manotazo en el cuello y se echó a reír.
—Una noche de verano en Texas. No hay nada igual.
—¡Eh! Por lo menos no hace cuarenta grados de calor húmedo —sonrió Zayn—. Todavía.
Se miraron a los ojos. Liam carraspeó.
—Eso es algo que me gusta de San Antonio. No es tan húmedo como esto.
—No me has dicho en qué trabajas.
—Soy ayudante de dentista. Es un curso de dos años. Me lo pagó mi padre cuando nació Brody.
—Creo que alguien me dijo que tu Alfa era dentista...
Liam asintió. —Conocí a Andy cuando empecé a trabajar para él. Yo llevaba la consulta. Entré de ayudante y resultó que se me daba bien ocuparme de la parte económica. Soy buen contable y tengo talento para invertir —la realidad era que había triplicado sus bienes en los años que había pasado con Andy—. Cuando mi Alfa se puso muy enfermo para trabajar, vendí la consulta, así que, aparte de ocuparme de mis inversiones, podríamos decir que estoy entre trabajo y trabajo.
—O sea, que eres libre de ir adonde quieras —comentó Zayn.
Liam asintió. Era libre... aunque no tenía planes de moverse. Le gustaba San Antonio y había sido feliz allí.
Y empezaba a oscurecer. Había llegado el momento de despedirse. Dejó su vaso en la mesa.
—Es tarde y...
Zayn levantó un frasco de spray que había en la mesa.
—Prueba esto. Es natural. De citronela, creo. Te vuelves invisible para los mosquitos.
—Pero creo que debemos...
—Vamos. Pruébalo.
Liam miró a Brody, que rodaba por la hierba riendo mientras Simba intentaba lamerle la cara, y tomó el spray.
—Gracias.
—De nada. Ponte también en los tobillos. A los mosquitos les encantan los tobillos.
Liam se echó por las piernas, los brazos y el cuello.
—¿Mejor? —preguntó el Alfa con voz ronca cuando Liam devolvió el frasco a la mesa.
—De momento, sí —repuso el Omega.