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Menos de un minuto después de que Landon le contara la verdad sobre aquella noche de once años atrás, el doctor Jover, que se había hecho cargo de Liam a su llegada al hospital, apareció en la puerta de la sala de espera.

Landon se puso en pie.

—¿Podemos verlo? Sólo unos minutos, por favor.

El médico Alfa le sonrió.

—Ahora descansa tranquilo. Y en cuanto a la visita, ¿cómo podría negarle nada a un novio tan hermoso?

Dirk se levantó enseguida y apretó a Landon contra su costado para dejar claro que aquél Omega ya tenía dueño.

—Gracias. ¿En qué habitación está?

Landon miró a Zayn, que seguía sentado.

—Vamos. Ya podemos entrar...

El pelinegro se levantó despacio, se sentía mareado. Se acercó al médico.

—¿Seguro que está bien?

El guapo doctor sonrió. —Muy bien. Creo que ya podemos decir que está fuera de peligro.

Landon se estremecía de impaciencia.

—Vamos, Zayn...

Pero él no quería ir. No podía ver a Liam en ese momento porque no podía fiarse de no...

—Creo que será mejor que vaya a ver a tus padres y les dé la buena noticia. Y también a Brody, si está despierto todavía.

A Brody... a su hijo...

Pero un momento... Todavía había otro Alfa de la noche en que encontraron a Liam sólo.

¿O no lo había? ¿Quién podía saberlo? Sólo Liam, quien hasta ese momento le había contado una mentira tras otra. Tenía muchas cosas que decirle y ninguna bonita... y por eso no se atrevía a verlo tumbado en una cama de hospital y con puntos en la cabeza.

—Pero Zayn, no hace falta que vayas a casa. Podemos llamar a mis padres y seguro que Liam quiere verte y...

—No — el Alfa retrocedió un paso y levantó una mano—. Tengo que irme. Dile que lo veré... muy pronto. Dile que se mejore rápidamente.

Se volvió y salió al pasillo sin dar tiempo a Landon a contestar.

Un minuto después salía a la oscuridad de la noche. Había dejado de llover; el viento había empujado las nubes y el cielo se había quedado raso y cuajado de estrellas. Se metió la mano al bolsillo para buscar las llaves y se dio cuenta de que su coche estaba en el aparcamiento del club de campo, tal vez enterrado entre escombros o aplastado por un roble. No lo sabía y en ese momento no le importaba.

Le importaba llegar a casa de los Payne y ver a Brody. Pero el hospital estaba a quince kilómetros de Tate's Junction y en la zona no había taxis. Se quedó mirando las estrellas y pensó un momento. Podía llamar a su hermano, pero no quería sacarlo de la cama a esa hora.

Guardó las manos en los bolsillos y echó a andar aunque pensaba que era una estupidez. Tardaría horas en llegar a casa de los Payne.

Pero en ese momento no le importaba lo que tardara, sólo sabía que iba allí y que cuando llegara vería a Brody y...

¿Y qué? No lo sabía.

No sabía nada; pero, por otra parte, había viajado por todo el mundo sin saber nunca adónde iba. Por lo menos esa noche su destino estaba claro.

Sentía el viento en la cara, cálido y oloroso a lluvia. Se quitó la chaqueta, se la echó al hombro y siguió andando.

[...]

El secreto de Liam.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora