Cuando recibió la llamada de Zayn, Liam acababa de llegar a la casa con un montón de bolsas de comida en los brazos. Oyó lo que tenía que decirle, hizo algunas preguntas pertinentes y, cuando tuvo las respuestas que buscaba, prometió que iría lo antes que pudiera.
Colgó el teléfono y se quedó apoyado en la encimera de la cocina respirando hondo. En cuanto creyó que podía andar sin caerse, tomó las llaves y salió al garaje por la puerta de la cocina.
Llegó a Junction en un tiempo récord. Había violado unos cuantos límites de velocidad, pero consiguió llegar al hospital Memorial de una pieza y sin una sola multa. Cuando entró en la habitación de Brody, eran poco más de las ocho de la noche.
—¡Papi! —su hijo estaba sentado en la cama con un brazo escayolado y un corte en el labio hinchado. Debajo de las mantas se adivinaba el bulto de la pierna escayolada. Tendió el brazo bueno hacia él.
Liam lo abrazó con gentileza y reprimió las lágrimas. Un brazo y una pierna rotos, varias heridas y golpes...Pero se pondría bien. Zayn ya se lo había dicho por teléfono, pero él necesitaba verlo por sí mismo, ir allí corriendo y abrazarlo.
«Se pondría bien...»
— Papi Li, me vas a estrangular —protestó.
Liam, que sabía que no podía tenerlo abrazado eternamente, lo soltó. —¡Vaya! Mira eso...
—¡Ah, papi!
Entonces vio a Zayn, cuando el Alfa se levantó de la silla que había en el rincón. Y bastó con verlo para que se le partiera de nuevo el corazón. Parecía un hombre que acabara de mirar a la muerte a la cara. Liam echó una mirada a su hijo y supuso que no era raro que el padre Alfa estuviera así.
—Estaré en la sala de espera —dijo él. Y desapareció antes de que Liam pudiera contestar.
Brody empezó a charlar sin parar.
—Salí a la carretera sin querer —dijo—. Llegué al final del camino demasiado deprisa y no pude parar a tiempo y venía una mujer en una camioneta y... —lanzó un gemido—. Me dolió mucho, papi. Y la pobre señora Martino tenía mucho miedo de que me hubiera matado o algo así. Yo le dije que me dolía mucho el brazo y la pierna y que llamara al hospital. Y ella sacó su móvil, pero seguía muy asustada. Cuando llamó al hospital le di el número de papá Zayn y le pedí que lo llamara.
—Bien pensado —dijo Liam, sonriendo entre lágrimas.
—Lo siento, papito. Sé que iba muy deprisa. No tuve cuidado.
Liam asintió con seriedad.
—Eso es verdad.—No volveré a hacerlo, te lo prometo.
—Me alegro —dijo Liam, aunque pensaba que un niño de diez años difícilmente cumpliría esa promesa. Habría más heridas y golpes, eso era normal con los niños. Pero confiaba en que no fuera nada que lo asustara tanto como para saltarse todos los límites de velocidad por correr a su lado.
Brody se recostó en la almohada gruesa blanca. Se le cerraban los ojos y Liam supuso que le habrían dado algo para el dolor y se sentía somnoliento.
—No voy a jugar al fútbol este curso, ¿verdad?
—Siempre queda el curso que viene.
El niño sonrió.—Sabía que dirías eso. Estoy cansado, ¿sabés?
Liam asintió, le puso la mano en la frente y sintió el calor y la suavidad aterciopelada de su piel.—Descansa.
— Papi—dijo el niño—. Dile algo a papá Zayn. Creo que también se ha asustado mucho.