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¿Puedo ser tu dolor de cabeza?

Adore you de Harry Styles sonaba en la radio. Llevaba las tres horas oyendo a el ex miembro de One Direction debido a que Arsher tenía una fuerte obsesión con el cantante inglés.

¿Arsher? ¿El pelirrojo que casi beso en la fiesta de Harley? Sí, ese mismo chico. La semana pasada estuvo llena de sorpresas y el de cabellos rojizos fue una de ellas. Mientras me hundía en mi propio océano de lágrimas por Dugan, llegó él. Recién habíamos intercambiado miradas de odio con el estúpido mentiroso cuando Sam señaló a un chico y murmuró <—¿No es ese el pelirrojo con el que bailabas el sábado?>. El resto se resume en que hoy era por fin viernes y Arsher como mi nuevo gran amigo estaba en las gradas del campus acompañando mi solitario ser.

— ¿Porqué te gusta tanto? Hemos oído las mismas canciones más de cuatro veces. — le dije al pelirrojo que volvía a colocar la canción desde el inicio. 

— Es la única playlist que no te ha hecho llorar. — contestó como si fuera obvio.

—Pusiste Taylor Swift cuando puede hacer una canción con mi deprimente romance. — dije en un susupiro.

No era un secreto para nadie lo mal que le iba a esta chica en el amor y como decidía hacer canciones con estas historias fallidas consiguiendo hacerse aún más rica. ¡Ja! Si yo pudiera sacar dinero de toda esta situación con Dugan no estaría llorando.

—Ree ¿Tengo que volver a decirtelo? — preguntó.

Bajé mi cabeza negando.

Sabía perfectamente lo que me diría y no le quitaba razones pero… ¿Como haces para arreglar algo que parece no tener solución? El de ojos miel nisiquiera me dirige la palabra y si hay una culpable en todo eso era yo. Sí, yo, que después de gritarle todas esas horribles ofensas me di cuenta que quizás había malinterpretado todo o talvez no. No era como si pudiera preguntarle.

—Aunque no te guste oírlo yo debo recordartelo. — …aquí vamos de nuevo… — Tú tienes la culpa, Ree. Ese chico te puso su corazón en bandeja de plata y te fuiste sin oír sus explicaciones. No, huiste por tus inseguridades.

—Ya lo sé ¿Vale?. Me siento bastante miserable sin que tengas que recordarme cada maldito segundo que he dejado ir a la persona que quiero. — exploté sientiendo las lágrimas picar sobre mis ojos.

— Pues no lo parece. No cuando estas aquí sentada sin ir a buscarle. — gritó — Te fuiste porque tenías miedo de que estuviera con alguien más ¿No? — asiento — pues eso es justo lo que va a pasar si sigues perdiendo el tiempo oyendo mis palabras en vez de salir corriendo.

¿Debería ir? ¿Qué le diría? ¿Me perdonaría aún si acepto mis errores?. ¡Basta! Pensar tanto es lo que te ha metido en este problema. Como dicen los que van a repetir semestre: Que sea lo que Dios quiera.

Le sonreí a Arsher y corrí en dirección a la cafetería donde esperaba encontrar a Dugan sentado en nuestra mesa, riéndose con mis amigos. Al llegar todos los estudiantes estaban amontonados, escuchando atentamente a un chico que hablaba con un micrófono sobre una mesa.

—Alec ¿Qué está sucediendo? — pregunté al rubio una vez que logré llegar a él.

—Que el amor nos vuelve idiotas. — respondió y después señaló hacia la mesa.

Me quedé de piedra. Paralizada de pies a cabeza, con los ojos como platos y el corazón a mil latidos por minuto. No podía evitar la sonrisa de oreja a  oreja que se me formó en los labios, ni retener las lágrimas que se desplazaban por mis mejillas. Ahí estaba él, mi elfo doméstico, Dugan Hart estaba sobre esa fea mesa vestido de gnomo de jardín.

—¡REE CARSON! — gritó y un chico lo jaló de los pantalones anchos rojos y le indicó donde yo estaba, el resto de estudiantes se dispersó hasta que quedé frente a frente con él. — No debería estar haciendo esto y lo sabes, así que realmente espero que hayas venido a pedir disculpas por tu infantil comportamiento. También espero que sea porque entendiste que solo te miro a ti. — dijo haciéndome soltar una risita nerviosa.

Me alegraba saber que no estaba molesto, al menos no como había demostrado el resto de la semana.

—¿Recuerdas la primera vez que nos vimos? — preguntó — Era tu fiesta de graduación de secundaria, me había colado por petición de Layla. Llevaba tantos días contándome sobre su amiga, una chica dulce, que parecía un mismísimo ángel. Me estafaron. Eras una chihuahua rabiosa y llevabas ese horrendo vestido verde que tu abuela te obligó a usar, parecías un pepinillo y eso me causaba bastante risa. — me quedé boquiabierta, me gustaba mucho ese vestido. — Nos enredamos en una relación amor-odio. Siempre peleando, siempre molestando al otro, siempre intentando ocultar que discutir con el otro hacía nuestro día más felíz. Pero como suele suceder, aveces algunos damos tres pasos de más y ahí estabas tú, con tu cabello hecho un nido de pájaros, una actitud desagradable y un odio enorme hacia mi existencia para que yo caminara en tu dirección. Te extrañé tanto cuando me fui y volverte a ver solo revolucionó todos los sentimientos confusos que ocultaba en mi interior. — narró — ¿Sabes algo, Enana tonta? Odio tu cabello castaño, tan ondulado y largo. Detesto tu deprimente estatura que no me permite mirar tus ojos comunes y simples más de cerca. Tienes las alergias más estúpidas del mundo, no puedes tener un tómate cerca pero tus mejillas se parecen mucho a uno cuando susurro en tu oído. Odio la forma en que sonries y atrapas tu labio inferior entre los dientes cuando estas concentrada. Y… y… es increíble que mientras encuentro más cosas para odiar más me gustas.

Me acerqué ahora que había bajado de la mesa hasta ambos quedar a pocos metros. Su mano tomó la mía entrelazando nuestros dedos y enviando ondas de calor a mi corazón.

—Dijiste que nunca íbamos a funcionar. Tenías razón. Nunca lo haremos porque somos un caos juntos, sin embargo ¿No nacen del caos las estrellas? — preguntó acariciando mi mejilla y limpiando las lágrimas que bajaban sin parar por ellas. — Entonces hagámoslo. Seamos un desastre juntos, el más hermoso de todos.

—¿Aunque quiera tirarte de un puente la mayoría del tiempo? — pregunté riendo.

Asintió

—¿Aún si soy una enana tonta que se va sin escuchar? — repitió la acción anterior.

—Sé mi enana tonta y yo seré… — fingió pensar. — ¿Puedo ser tu dolor de cabeza?

—Claro que sí.

Y mientras lo besaba para sellar el trato me atreví a aceptar que aquel gnomo de jardín me tenía enamorada desde hace años y que valía la pena intentarlo aún si eramos un desastre. Uno terrible pero irremediablemente hermoso.

Hermoso Desastre ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora