Peinado: Listo
Maquillaje: Listo
Vestuario: Listo
Nervios: Activados.
No, no era mi primera cita. Sin emabrgo era el primer rato a solas que tendré con Dugan luego de que ambos confesaramos nuestros sentimientos y enserio esperaba no tener ganas de mutilarlo hoy.
—Dime que no soy el único que está nervioso. — pidió una vez que nos encontramos.
Negué riendo a la vez que lo analizaba de pies a cabeza. Ahora que su lado odioso no era el aspecto número 1 de su actitud en mi cabeza podía detenerme a observar lo bien que aquella camiseta negra se le pegaba al cuerpo y resaltaba lo necesario para volverme loca.
—Una foto te durará más. Podría posar para ti pero he preparado algo para ambos y muero por enseñartelo. — dijo sacándome los colores.
Subí a su motocicleta y coloqué mis manos sobre su espalda. Por motivos que desconozco luego de todo lo que habíamos vivido me salía un lado tímido cuando de tocarlo se trataba.
—¿Qué tal con las chicas? — preguntó mientras ibamos en camino.
—Miley casi se vuelve loca al enterarse de que Leyla y Marcos están saliendo y Har se desmayó con el descubrimiento de que su crush siente cosas por ella. — conté y el río por las locuras de mis amigas. — ¿Cómo ha ido el entrenamiento?
—He hecho que los chicos entrenen duro. — respondió — Deberías venir… o mejor es que no lo hagas.
—¿Porqué no quieres que vaya a los entrenamientos? Se supone que eres mi novio así que a menos que otra chica vaya a verte yo… — miré la mueca que hacía desde notó que los chicos me miraban en el pasillo. Su lengua golpeaba el interior de su mejilla y su barbilla se levantaba un poco. — ¿Piensas que voy a mirar a otros chicos? Solo hay un gnomo de jardín odioso capaz de hacerme suspirar.
—Confió en ti, Ree, pero no en ellos. —habló molesto — He comido más arroz que ellos y he peleado más contigo. Te puedo decir más de 15 apodos en un minuto como para que venga un listillo que solo sabe patear una pelota a arrebatarte de mis manos.
—Eres un tonto. — reí y le hice cosquillas para molestarle.
Sin esperarlo aceleró de momento y provocó que mi pecho se pegara a su espalda y mis manos agarran su cuerpo con fuerza.
—Puedes abrazarme, enana tonta. No voy a morderte. — me dijo — A menos que quieras.
Negué rápidamente y escondí mi cabeza en su espalda. Me dediqué a mirar a las personas y contar los árboles que veía mientras la motocicleta rugía bajo mi anatomía.
—Ya puedes bajarte. — anunció el castaño cuando comenzaba a quedarme dormida.
Baje del vehículo medio soñolienta y a la vez que restregaba mis ojos noté a lo lejos la manta perfectamente acomodada sobre el césped y la canasta en la esquina esperando por nosotros.
—¿Lo has hecho tú? — pregunté emocionada.
—Menos la comida. El resto es obra mía. — contestó tirándose sobre la manta y dando palmaditas al lado contrario para que yo lo ocupara.
Lo obedecí, solo que en vez de recostarme a su lado me senté sobre sus piernas y me incline sobre él cubriendo nuestros rostros con mi cabello que caí como una cortina a cada lado.
—¿Porqué te has sentado sobre mi, pervertida? ¿Acaso tienes malas intenciones con mi persona? ¿Quieres…
Lo callé capturando su labio inferior y dando una pequeña mordida sobre este. Se quedó mirándome con una sonrisa traviesa antes de inclinarse y besarme.
—Travesura realizada — murmuré sobre sus labios al finalizar el beso y me levanté corriendo lejos de él.
—Voy a matarte, cucaracha. — corrió detrás de mi. — ¿Crees que estoy jugando, lagartija en crecimiento?
Yo solo podía reírme y correr como una loca. Para mi desgracia un montón de hojas se cruzó en mi camino y acabé tropezando con estas y como consecuencia callendo sobre ellas con Dugan encima.
—Me desagradas tanto, átomo.
—Jamás intenté caerte bien, pingüino. — me sacó la lengua y ahora fue él quien se lanzó a correr.
—¡Eres un odioso! — grité logrando atraparlo.
—Eres una enana insoportable. — dijo girando su cuerpo y ahora dejándome a mi contra el árbol en el cual lo tenía acorralado.
—Te mueres por mi ¿Cierto? — pregunté rodeando su cuello con mis manos.
—Como no tienes idea. — respondió para luego volver a besarme.
Sus manos apresaron mi cintura y pegó nuestros cuerpos a tal punto en que el espacio no existía y solo se escuchaba en el bosque el sonido de nuestros labios al encontrarse.
—Te quiero, enana tonta. — colocó un mechón de cabello detrás de mi oreja.
—Te quiero, Dugan Hart.
Volví a unir nuestros labios para disfrutar de estos un poco más.
Muchas veces pensé que el amor era la cosa más incierta del mundo, un sentimiento inexplicable. Hoy soy testigo de como el amor se disfraza de odio. Hoy puedo decir que mi corazón late desesperadamente por un chico al que deseaba matar con mis propias manos. Experimenté tantas sensaciones a su lado que no creo aún que todo esto sea real y esa es una de las razones que doy para que todo se este volviendo borroso.
—¡Cucaracha!
—¡Miniom!
—¡Enana!
Mis ojos se abrieron lentamente y al momento observaron las grandes manos que se movian ante ellos.
—Llevas una hora pérdida en tus pensamientos. —rió — ¿Acabaste ya tú libro?
Miré las hojas sobre mis manos llenas de letras y diálogos. Luego volví a dirigir mi vista a él. Estaba parado frente a mi con los brazos cruzados sobre el pecho y se apoyaba en su motocicleta.
—Pronto estará listo. — respondí.
— No creas que he dejado de lado el hecho de que el protagonista y yo nos parecemos demasiado. — dijo señalandome con su dedo.
—No eres tú, elfo. Mi mundo no gira a tu alrededor. — le saqué la lengua.
—Di eso hasta que te lo creas, enana tonta. — imitó mi acción mientras se subía a la moto. — Te veré en casa de Mell. No me extrañes mucho
Negué a la vez que lo veía perderse por las calles. Era un idiota, uno bastante guapo y encantador.
—¡La historia! — grité recordando los papeles.
Tomé mi pluma revisando los detalles que daban fin a ese mundo que solo existe en mis pensamientos. A ese Hermoso Desastre que he decidido crear para que la realidad no me absorva. Y mientras releo las últimas palabras que Dugan le dedica a Ree soy capaz de escribirlo, soñando que un día el insoportable gnomo de jardín me diga lo mismo.
Fin
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Hermoso Desastre ✔
Historia Corta-Eres tan pequeña como una hormiga ¿Puedes escuchar lo que ellas hablan? Por eso es que te veo reírte sola a cada rato - se burló mirándome desde arriba con una sonrisa bailando en sus labios. -¿Oyes eso? -pregunté fingiendo oír algo - Las homigas...