Noviazgo formal

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De manera extraña, los últimos días mi estado de ánimo se mantuvo estable. Continuaba asistiendo al estudio de Joaquín, sin embargo, no estaba segura de qué tan adecuado era, ya que el pago de las clases seguía corriendo por cuenta de Sebastián, y de algún modo me incomodaba esa situación, por el momento no tenía más opción que dejar que las cosas siguieran de ese modo.

Después de que Mauricio me trasladara hasta la pensión para cambiar mi ropa por algo más adecuado para la gran cena, nos dirigimos hacia su casa.

De pronto los nervios se hicieron presentes, y comencé a cuestionarlo.

—Quisiera saber, si es que has contado a Ángela acerca de mi origen.

—Lo he hecho, Jocelyn, y créeme, ella no tiene mayor problema con eso, incluso ha hablado con Sebastián al respecto.

—¿Con Sebastián?

—Sí, quién mejor que él que te conoce tan bien.

—¿Me está investigando? —pregunté molesta.

—No lo tomes así, amor, comprende que mi madre lo único que hace es preocuparse por el bienestar de sus hijos.

No me gustaba en lo absoluto que Ángela se tomara el papel de investigar mi vida. Trataría de aislar ese pensamiento para no tener una actitud negativa hacia ella.

—¿Cómo te sientes en cuanto a Sebastián?

—Estoy mucho más tranquilo —dijo seguro— después de la plática que tuve con él, de la que, por cierto, no quisiste saber nada, todo tomó más sentido para mí, es un hombre muy inteligente.

—Sin duda lo es —dije irónica.

Mauricio lanzó una mirada furtiva sobre mí por lo que levanté las cejas fingiendo inocencia.

—Las cosas entre nosotros quedaron más que claras —continuó— y hemos tratado puntos importantes.

—Me da gusto que estés más tranquilo, y que las cosas entre ustedes no se hayan alterado por tus absurdas suposiciones.

—Así es, al parecer he juzgado mal la situación. En verdad Sebastián ha tenido esas actitudes contigo movido por un interés humanitario.

Notaba un tono un tanto sarcástico en su voz, a pesar de eso, preferí no profundizar más en el tema, ya que, de hacerlo, podía resultar peligroso para mí.

Al llegar hasta su casa, como de costumbre, Lis nos recibió en la puerta con gran algarabía. Ángela se encontraba en la cocina y fui hasta allá para saludarla.

—¡Qué gusto tenerte aquí, Jocelyn! —dijo besándome la mejilla.

Si bien era cierto que Ángela siempre había tenido una actitud cordial, sentía que mantenía sus reservas en cuanto a mí. No pensaba que estuviera muy convencida de que fuera la mujer que quería para su hijo, como toda madre inteligente, siempre actuaba con prudencia.

—Gracias, Ángela, me da gusto volver a verla.

—¿Te gustaría ayudarme en la cocina?

—Sí, claro —dije con entusiasmo—. ¿Qué puedo hacer?

Estaba a punto de terminar con los preparativos de la cena por lo que el trabajo restante era en realidad muy poco. Ángela había preparado una pasta que olía delicioso, admiraba mucho la manera en que disfrutaba cocinar, cosa en la que yo no era muy hábil.

En punto de las ocho de la noche, Ángela nos indicó que la cena estaba lista, los nervios hicieron su aparición y mis manos empezaron a congelarse. Mauricio volteaba hacia mí en ocasiones mientras le devolvía la mirada con una ligera sonrisa.

El hombre del parque (Primera Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora