—¿Cómo estas, Jocelyn?
Me tapé la boca con la mano para sofocar un grito. No me explicaba con qué propósito habría llegado hasta mi habitación y cómo era posible que Amelia lo hubiera dejado entrar.
—¿Cómo te atreves a presentarte aquí y cómo te dejaron entrar?
—Tengo buenas relaciones con Amelia. ¿Olvidas que he sido yo quien te ha asignado este lugar para vivir?
—¡Lárgate de aquí! —exigí—. No quiero volver a verte nunca más.
—No me iré sin que antes me escuches.
—Si no te vas tú, me iré yo.
Llevaba puesta solo la bata de baño, así que comencé a buscar algo decente que ponerme encima para poder salir de la habitación, sin embargo, Sebastián me lo impidió sujetándome con fuerza por las muñecas. El contacto de sus manos me causó la sensación de un hierro candente lacerándome la piel y no pude evitar un grito de dolor. Se abrazó a mí con fuerza mientras me retorcía furiosa intentando escapar.
—¡Tranquilízate, Jocelyn! —gruñó— ¡Provocarás que te haga daño!
—¡Suéltame! —grité de tal manera que me lastimé la garganta— ¡No quiero que me toques!
—Te soltaré, solo tranquilízate.
Como luchaba contra la opresión que ejercía sobre mi cuerpo, al extender él los brazos para liberarme, estuve a punto de caer al piso por la fuerza con la que salí proyectada hacia atrás. Como pude traté de encerrarme en el baño, él impidió mi huida con su cuerpo.
—No seas infantil, Jocelyn. ¡Enfréntame!
—¡No quiero! Eres un miserable, un ser despreciable, no sabes cómo te detesto —grité con coraje.
—Lo sé, puedes decirme lo que quieras, merezco que lo hagas, pero por favor. ¡Escúchame!
—¡Lárgate de aquí, Sebastián! No quiero escucharte, ni hoy ni nunca, ya me hiciste mucho daño, déjame en paz —grité furiosa.
—Lo haré, te lo aseguro, antes debes escucharme.
—¿No entiendes que no deseo hacerlo? No permitiré que vuelvas a causarme daño.
—No es mi intención, créeme, y aunque no quieras escucharme, vas a tener que hacerlo, así tenga que permanecer horas enteras tratando de convencerte.
—Pierdes tu tiempo, no conseguirás que lo haga.
Ahora sabía que no le importaba pasar por encima de quien fuera siempre y cuando él no sufriera ningún daño. Estaba consciente de lo que era capaz de hacer, conocía a la perfección la maldad de su corazón.
—Si no te vas, ahora seré yo quien te cause mucho daño. Tengo el poder de destruir tu imperio en un segundo —alardeé—, y puedes estar seguro que no vacilaré en hacerlo.
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El hombre del parque (Primera Parte)
RomanceEsta historia gira en torno al tormentoso y apasionado romance entre Jocelyn Moncada y Sebastián Mendoza, quienes se encuentran de manera accidental dando inicio a una relación exquisita y desgarradora, que va atrapando al lector conforme se desplie...