Compromiso en la mansión

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Trataba de permanecer en la cama el mayor tiempo posible, deseaba tener una apariencia fresca y relajada. El gran día había llegado, en unas cuantas horas tendría frente a mí a Sebastián y a Mauricio, cada uno representando su respectivo papel.

Trataba de prepararme para eso adivinando que no me esperaba una situación sencilla, en mi interior, no lograba eliminar la idea de que era posible que Sebastián tuviera la intención de persuadirnos en cuanto a nuestra boda, por algún motivo, me rondaba la idea de que pudiera atreverse a haber planeado la cena en su mansión con la firme intención de echar mis planes por tierra, con eso en la cabeza era inevitable que la tensión se apoderara de mí.

Poco después de levantarme, tocaron a la puerta de mi habitación, era Amelia, pidiéndome que bajara al recibidor.

Al llegar ahí me encontré con un hermoso arreglo de tulipanes blancos, pegué un brinco emocionada tomando la tarjeta que los acompañaba, mi sorpresa fue enorme al descubrir que se trataba de un envío hecho por Sebastián. La tarjeta decía felicidades Jocelyn, podría reconocer esa letra donde fuera.

Ese acto me daba mucho en qué pensar, y cada vez mi desconcierto iba en aumento. Con la ayuda de Amelia subí los tulipanes acomodándolos sobre la cómoda. Un audible suspiro inundó la habitación.

Preparé un lienzo en mi caballete colocándolo cerca de la ventana mientras escuchaba un cd de música ligera, actividad adoptada gracias a Joaquín, y comencé con los primeros trazos.

Mi pincel favorito se deslizaba por el terso lino, esa vez decidí pintar un extenso rio en medio de la selva, era un hecho que desde que había iniciado mi enseñanza con Joaquín, había logrado depurar mi técnica de manera

considerable, mis últimos trabajos me daban grandes satisfacciones, y ese no era la excepción.

Luego de pintar un buen rato, y tras haber terminado la ensalada que Amelia me preparó, comencé a ultimar los detalles para alistarme para la cena, mi vestido había llegado justo cuando lo prometieron así que lo saqué de la funda para echarle un vistazo con lo cual confirmé que seguía pareciéndome la mejor elección. Arreglé mi cabello y me maquillé con colores naturales, al verme en el espejo me daba la impresión que mis piernas eran más largas debido a los altos tacones que había elegido para esa ocasión, extraje una pequeña cajita que guardaba en la cómoda tomando el dije que me regaló Sebastián en mi cumpleaños, como toque final, lo coloqué en mi cuello, todo lucía perfecto y no podía estar más satisfecha.

A medida que se acercaban las siete de la noche, los nervios hacían su aparición. Puntual como siempre, mi prometido estaba en la puerta de la pensión listo para recogerme.

Bajé con lentitud las escaleras admirándolo desde lejos, llevaba un traje color gris Oxford con camisa blanca, y el detalle más significativo, una hermosa corbata que hacía juego a la perfección con el color de mi vestido, Mauricio no podía verse más guapo, era un hombre en verdad atractivo, y me amaba.

En cuanto me vio se aproximó despacio hacia el borde de las escaleras tendiendo la mano hacia mí para ayudarme a bajar.

—No cabe duda, eres una mujer hermosa y yo el hombre más afortunado sobre la tierra por poder tenerte, ¡te ves radiante!

—Te ves guapísimo —contesté— ¡me gustas mucho!

Nos besamos con pasión, en ese momento, estaba muy lejos de adivinar que ése era el preludio para lo que vendría después.

Me ayudó a subir a su coche tomando la avenida rumbo a la mansión de Sebastián.

Conocía de sobra el camino, miraba por la ventana con insistencia evocando la primera vez que recorrí esa carretera.

El hombre del parque (Primera Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora