Mi lugar favorito

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Desperté sobre el pecho desnudo de Sebastián quien aún dormía. Tomé mi celular enviando un mensaje a Mauricio anunciándole que tendría un día muy ocupado, le aseguré que me pondría en contacto con él por la noche, dándole a entender que no nos veríamos ese día. Regresé a la cama acostándome junto a él acariciando y olfateando todo su cuerpo. Era increíble la manera en que me extasiaba su delicioso aroma.

—¡Qué sensación tan exquisita! —murmuró con los ojos todavía cerrados—. Podría acostumbrarme a esto.

Lo miré con la boca abierta. Era tan guapo, aun acabando de despertar.

—Salgamos a desayunar —me pidió.

Me hubiera gustado hacerlo, adoraba caminar por las calles tomada de su mano, sin embargo, sabía que había mucho de qué hablar.

—Preferiría que lo hiciéramos aquí, y hablemos sobre esa solución que mencionaste anoche.

—Muy bien, Jocelyn, será como tú prefieras.

Se levantó abriendo la puerta de cristal que daba hacia la terraza extendiendo el brazo para que fuera junto a él. Me cubrí con la camisa que él usaba el día anterior. La vista era incomparable, se podían admirar a la perfección los jardines de la mansión.

—Desayunaremos aquí ¿Te parece bien?

—Es perfecto —dije metiéndome entre sus brazos.

Recargó con fuerza mi cuerpo contra el balcón besándome el cuello y mordisqueándome los hombros mientras sus inquietas manos recorrían cierta parte de mi cuerpo. En verdad su deseo por mí era insaciable.

—Pediré que nos suban el desayuno —dijo alejándose de súbito.

Gemí cuando me soltó, para ser honesta estaba más que lista para recibir una dosis más de caricias.

Me senté en la terraza tomando el sol que para esas horas ya dejaba sentir su calor a plenitud.

Pronto entró Cony con el desayuno y al verme abrió los ojos sorprendida. Me saludó de manera cortés bajando la mirada dejando la charola sobre la mesita y se fue con su clásico paso apurado.

A los pocos minutos, Sebastián se sentó junto a mí besándome los labios y comenzamos a desayunar.

Disfrutaba del fresco aire golpeando mi rostro mientras él leía atento el periódico en la sección de finanzas. Cuando estábamos en el café, supe que era el momento de comenzar a hablar sobre el tema que más me inquietaba en esos momentos.

 Cuando estábamos en el café, supe que era el momento de comenzar a hablar sobre el tema que más me inquietaba en esos momentos

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—¿Cómo haremos para estar juntos, Sebastián?

—¡Ya lo estamos!

Lo miré arrugando los ojos.

—Sabes perfecto a qué me refiero.

Dejó el periódico a un lado mirándome con una media sonrisa. Se puso de pie colocándose detrás de mí poniendo las manos sobre mis hombros mientras daba un ligero masaje.

El hombre del parque (Primera Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora