Ella se va de casa

134 20 2
                                    

Estaba consciente de lo complicado que me seria explicar mi comportamiento de las últimas semanas, casi agradecía que las horas pasaran con lentitud, deseaba, sobre todo, que no me dificultara aún más las cosas, de cualquier modo, estaba convencida de lo que debía hacer.

Cuando al fin me quedé sola en el estudio, decidí que era momento de abandonar mi letargo artístico y me dediqué a pintar, concentrada en esa actividad era la única manera en que lograba relajarme, no obstante, en mi cabeza persistía la imagen del hombre al que tanto amaba.

Por mi mente cruzó la posibilidad de volverme la versión femenina de Joaquín, quien vivía consagrado a la pintura, adivinaba que eso se debía a alguna decepción amorosa, al igual que su afición por la bebida.

Un escalofrió se coló por mi espalda haciéndome estremecer. Era preciso recomponer mi vida y aceptar como un hecho la pérdida de mi frustrado amor, de alguna manera debía encontrar el equilibrio que tanta falta me hacía.

No supe en qué minuto me quedé dormida. Cada que abría los ojos, no dejaba de asombrarme el hecho de que todo el tiempo tuviera a Sebastián en la mente, esa sensación, era como si en ningún momento hubiera dejado de pensar en él. Por unos breves segundos, el dolor desaparecía, pero tan pronto mis sentidos se hacían conscientes de mi realidad, volvía a hacerse presente el sufrimiento.

Por instantes deseaba como a nada tenerlo a mi lado, sentir una vez más sus besos, sus caricias, escuchar su voz, verme en sus ojos se volvía vital, y eso me aterraba, debía luchar con todo lo que fuera capaz para recuperar mi vida, que por ahora se reducía a tratar de sobrevivir de manera normal, si es que acaso eso era posible.

Por más que me doliera, estaba consciente que mantenerme alejada de él era preciso, ya había pasado por el trance del engaño y estaba consciente que tomar la decisión de permanecer a su lado, significaba mucho más sufrimiento todavía.

Por la noche Joaquín y Lola volvieron al estudio, al escuchar sus pasos me tendí sobre el sillón de espaldas a la puerta, cubriéndome la cabeza con el cobertor que me había acompañado los trágicos últimos días, estaba demasiado agotada como para i...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Por la noche Joaquín y Lola volvieron al estudio, al escuchar sus pasos me tendí sobre el sillón de espaldas a la puerta, cubriéndome la cabeza con el cobertor que me había acompañado los trágicos últimos días, estaba demasiado agotada como para iniciar una conversación con alguien, como si no fuera suficiente, la apatía era uno de los nuevos sentimientos que se hacían presentes.

Entraron en el departamento contiguo al estudio tratando de hacer el menor ruido posible, a lo lejos alcancé a escuchar un breve diálogo entre murmullos.

-¿Dormirá hace mucho?

-No la despiertes, Lola, por lo menos así está en paz.

-No le hace bien estar así.

-Es una chica muy fuerte, pronto saldrá a flote, te lo aseguro.

La realidad era que ni dormida conseguía estar en paz, los despertares en medio del desasosiego eran tan habituales, que cuando lograba dormir toda la noche de un golpe, resultaba en verdad sorprendente.

El hombre del parque (Primera Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora