"El arte del descanso es una parte del arte de trabajar."
- John Steinbeck.Esta fue una noche más en la que ella no pudo encontrarse con Morfeo. Después de llorar durante horas, creyendo que el juego se había terminado, decidió que lo mejor era arrancar este problema de raíz. A penas tuviera la oportunidad, ella iría en busca del chico al que lastimó una vez más y le pediría perdón; no pudo hacerlo en el momento exacto en el que se arrepintió de sus actos, pero siempre es mejor disculparse tarde que no hacerlo nunca.
Lo que fue alguna vez tristeza, se convirtió en ansiedad. Estaba a punto de morderse las uñas, esas perfectas uñas en las que sus doncellas trabajaron horas, y todo por no saber cómo reaccionaría él a todo lo que ella tenía que decir. Mirándose frente al espejo, estuvo horas ensayando lo que le diría a él joven, nada la convencía, aunque, siendo sinceros, ni siquiera el más perfecto discurso la haría sentir segura de sí misma.
Cuando el sol comenzó a salir, ella hizo hasta lo imposible por tapar las ojeras provocadas por no dormir durante dos días; una mezcla milagrosa de jabones, cremas y maquillaje hicieron que su rostro volviera a la normalidad. Siendo las 6:50 de la mañana, salió de su habitación para despedirse de la familia real Zora y así partir de vuelta al Castillo de Hyrule, el viaje estaba a punto de terminar.
Escoltada por dos guardias, respiraba profundamente mientras caminaba hacia el Gran Puente Zora. Después de unos cuantos pasos, ahí estaba él. Pensó en retroceder, pero al ver que el monarca y su gente estaban arribando a la entrada del Dominio la dejaría como una impuntual; aceleró el paso, y así llegó justo a tiempo para la despedida.
Era innegable que el Rey Dorphan era un pan de Dios. Su calidez al hablar, la confianza que transmitía, el aprecio y respeto que le tiene a su pueblo, son cosas que lo hacen una de esas personas con las que a uno le gustaría reencontrarse pronto. El gobernante agradeció su visita, deseándoles un buen viaje y un pronto retorno a las húmedas tierras de Lanayru, dándole el puño a ambos, ahora tocaba lo difícil, esa chica.
Ella abrazó a la princesa Zora cordialmente, despidiéndose con un simple "que te vaya bien, nos vemos pronto". El problema llegaba ahora, era el momento de que ellos se despidieran. No haría algo tan descarado como voltear la mirada, pero tampoco se limitaría a ver como esa chica acariciaba la espalda de su hombre.
Desvió su mirada hacia el pequeño Sidon, quien a duras penas se podía mantener despierto. Ella le sonrió, y el príncipe le devolvió la sonrisa. No vio lo que pasó entre los dos jóvenes que tenía a su lado, no quiso, no podría soportarlo una vez más. Probablemente se hayan abrazado, quizás la chica del tridente de escamas le habría dicho algo al oído, pero por más que quería saber qué estaba pasando, su salud mental iba primero.
Tras toda esta emotiva despedida, debían recorrer a pie todo el Camino del Río. El Camino era bastante más sencillo cuando tu objetivo era salir del Dominio Zora, bajar una colina es una tarea más fácil que subirla. Cruzaron el Gran Puente Zora en absoluto silencio, no era un secreto que para tener una conversación con el elegido debías ser tu quien diera el primer paso. Ella, ideaba en su cabeza maneras en las que comenzar con todo lo que tenía que decirle, no fue hasta antes de llegar al Cruce de Ruto, 10 minutos después de haber salido del Dominio, que Zelda decidió que era hora de romper el hielo.
— Link...
— ¿Sí? — Respondió el rubio, tranquilo.
— Y-Yo... — Tartamudeó la princesa. — Yo quería pedirte perdón por lo que pasó ayer, y-yo...
— Te perdono.
Los ojos esmeraldas de le heredera al trono comenzaron a brillar, ni en sus mejores sueños se imaginaba esto.
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The Legend of Zelda: Age of Calamity
AdventureCuando se confirma el rumor de que un joven proveniente de la Aldea de Hatelia se hizo con el poder de la Espada Maestra, el reino de Hyrule entra en estado de alarma ante la inminente llegada de la maldad en su más grande expresión.