"Aunque nuestros caminos se separen, nuestros corazones siempre estarán unidos."
- Anónimo.5 años han pasado desde aquel día. Aquel atardecer en la que la princesa se sacrificó por su pueblo, un pueblo que aún no puede recuperarse la masacre que ocurrió hace ya un lustro. Los guardianes se han convertido en los nuevos habitantes de la región central de Hyrule, por lo que atravesar esa zona se ha vuelto el mayor temor de los pocos habitantes que quedan. Pero hoy, una hateliana de 19 años decidió emprender ese viaje que muchos creen imposible.
Salió a las 6 de la mañana de su casa junto a su caballo, y tomó la ruta más rápida hasta el punto medio del territorio hyliano, más específicamente, la Meseta de los Albores. Los rumores eran verdad, moverse por este nuevo Hyrule implicaba arriesgar tu vida en todo momento. Había guardianes y monstruos por todas partes. Si tu caballo no estaba lo suficientemente entrenado como para cabalgar a grandes velocidades, muy probablemente serías emboscado por una manada de Bokoblins de distintos colores, y nunca más volverías a ver la luz del día.
Para suerte de la joven, logró escapar de todos los monstruos que la vieron a lo lejos, y llegó a su destino después de 2 horas. Estaba frente a la enorme puerta que daba acceso a la Meseta, una planicie que, por algún motivo, llevaba miles y miles de años a varios metros sobre el nivel del mar, rodeada de una enorme muralla. Había una ligera llovizna, por lo que no lo pensó mucho y entro de una vez a este misterioso lugar.
Subió unas enormes escaleras, y lo primero que vio fue el imponente Templo del Tiempo. Un lugar donde se realizaban importantes ceremonias, con una arquitectura única en su tipo, era simplemente mágico, además de que transmitía una sensación extraña, como si en ese lugar hubiesen pasado muchísimas cosas de gran importancia para la historia de Hyrule. Sin embargo, su objetivo no era el Templo del Tiempo, sino algo que estaba más adelante.
Subiendo una colina, la joven se encontró con una pequeña puerta incrustada en una montaña. Una puerta que tenía arquitectura Sheikah, rodeada de lianas y musgo, al parecer la naturaleza había hecho de las suyas. Ese lugar era el llamado Santuario de la Vida, y se creía que dentro de él yacía dormido el chico que fue elegido por la Espada Maestra, pero que no fue lo suficientemente fuerte como para proteger a la princesa.
La chica se sentó frente a la puerta, y después de respirar profundamente con sus ojos cerrados, comenzó a recitar unas palabras:
"Hola, hermanito... N-Ni siquiera sé cómo llegué aquí, si pudieras ver cómo está Hyrule en estos momentos te quedarías con un muy mal sabor de boca. Hay guardianes y monstruos muy feos por todas partes, pero puedes estar tranquilo, no han pisado Hatelia. De hecho, Hatelia sigue igual de tranquilo que siempre, aunque la Muralla quedó un poco dañada."
La joven intentaba fingir tranquilidad, pero ese nudo en la garganta la hacía delatarse. Ni siquiera había motivos para esconder sus sentimientos, pero quería verse bien ante la situación, quería sentirse fuerte.
"O-Oye, a todo esto, quería pedirte una disculpa, llevo años diciendo que iba a venir a verte y n-nunca había tenido el valor para hacerlo... Pero hoy es un día importante, hoy se cumplen 5 años desde el cumpleaños de la princesa Zelda, por lo que son 5 años desde... Desde que te perdí."
La voz de la joven comenzó a quebrarse, respirando hondo para no comenzar un llanto que no podría detenerse ni con la mayor fuerza de voluntad. Sus temblorosas manos sacaron algo de sus bolsillos, eran varias semillas del mismo tipo.
"T-Te traje un pequeño obsequio. Veo que estás muy solo aquí, así que traje conmigo algunas semillas, las plantaré alrededor de tu puerta. C-Con suerte, algún día podrás ver los hermosos pinos que nacerán de estas pequeñas semillas... Si es que llegas a despertar."
Pensar en que quizás su hermano nunca volvería a ver la luz del día lastimaba su corazón, pero lo que en verdad rompía su corazón era lo que pasaría si él despertaba.
"Impa vino a casa a hablar conmigo, y m-me dijo que, si llegas a despertar, será dentro de 100 años... Me duele que para cuando tú vuelvas a la vida, probablemente ya esté muerta... Pero más me duele... Q-Que tu quizás n-no vas a recordarme..."
Una de las más grandes consecuencias del uso del Santuario de la Vida, era la pérdida de memoria. Prunia, Rotver y los mejores científicos Sheikah trabajaron muy duro en corregir este garrafal error, pero El Cataclismo llegó sin avisar, y la caída del héroe fue la cosa más impredecible que se había visto jamás. Arnyll sabía que ella ya no estaría viva dentro de 100 años, pero el simple hecho de pensar que quizás su hermano nunca vuelva a recordarla hizo que quebrara en llanto, un llanto inconsolable.
"L-Link, hermanito, gracias... Gracias por ser el mejor compañero de vida del mundo, p-perdón si algún día estabas de mal humor y te obligué a hacer algo que no querías, pero tú... Tu siempre estuviste ahí para mí, i-incluso cuando estábamos tan lejos..."
"Lo único que me consuela es saber que quizás estés con mamá y papá, t-tengo tres hermosos ángeles que me cuidan desde el cielo, y por más que por muchísimos años quisiera acabar conmigo e ir con ustedes... Sé que eso no es lo que querías para mí, Link."
Respirando profundamente, comenzó a tranquilizarse, a pesar de que sus azules ojos seguían derramando lágrimas sin parar.
"Mamá me hizo saber apreciar el tiempo, papá me hizo una persona con valores, pero tú... Tú me hiciste fuerte. A partir de hoy, viviré mi vida, disfrutaré cada pequeño momento de mi tiempo en este mundo, justo como tú lo habrías querido... Tu pérdida marcó mi corazón, pero tu me enseñaste que lo que no te mata, te fortalece."
Acercándose a la puerta del Santuario, puso su mano en ella. Incluso si sabía que su hermano no la escucharía, ella le dejó un último mensaje.
"Tu pérdida fue lo peor que me ha pasado en la vida, pero no hay día que no recuerde lo maravilloso que fue compartir todos esos momentos contigo. Gracias por permitirme acompañarte a lo largo de tus 18 años de vida, prometo que no te voy a defraudar..."
Arnyll besó la puerta donde yacía su hermano, derramando sus últimas lágrimas.
"Algún día te volveré a ver. Hasta siempre, hermanito. Te amo, y te amaré hasta el día en el que me vaya de este mundo."
Plantando las pocas semillas que le quedaban en la bolsa sobre la plana superficie de la entrada al Santuario, Arnyll se fue de la Meseta sin mirar atrás, liberándose del enorme peso que llevaba cargando durante 5 años. Por fin, pudo darle un último adiós a la persona que ella amó sin límite alguno, su querido hermano.
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The Legend of Zelda: Age of Calamity
AdventureCuando se confirma el rumor de que un joven proveniente de la Aldea de Hatelia se hizo con el poder de la Espada Maestra, el reino de Hyrule entra en estado de alarma ante la inminente llegada de la maldad en su más grande expresión.