Mi destino.

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"Puedes olvidar a aquel con quien te has reído, pero no a aquel con quien has llorado."
- Gibran Jalil Gibran.

Despertó temprano, aproximadamente a las 7:00 de la mañana, y antes de que pudiera a penas entrar en razón, sus mejillas se tornaron de un tono carmesí al sentir como dos fuertes brazos rodeaban su cintura, y casi pega un grito de emoción al darse cuenta de lo que había pasado; sus ganas de dormir anoche eran tan grandes que no recordaba lo acontecido anoche, pero todo parecía indicar que había dormido junto a su chico. No podía negar que lo estaba disfrutando, pero había que levantarse, el camino al castillo de Hyrule no era nada corto.

— L-Link, despierta... — Susurró tímida en varias ocasiones para que el hateliano abriera los ojos.

El chico rogaba por 5 minutos más, pero ella parecía estar bastante apresurada, había que llegar a la ciudadela lo antes posible. Tras un poco de esfuerzo, el hyliano se levantó, preparó el desayuno, el cual irían ingiriendo en el camino. Después de recoger sus pertenencias, entró a la habitación de su hermana, quien se encontraba en el quinto sueño. Sentía una envidia sana, le encantaría estar dormido al igual que ella, pero el deber llamaba. Besó su frente con ternura y, sin más dilación, partieron a la región central del reino de Hyrule.

Durante el principio del viaje, la mirada de la princesa lucía un poco más intranquila de lo normal. Su escolta personal le preguntaba de vez en cuando por su estado de ánimo, a lo que ella respondía con un simple:

— Estoy bien, Link.

Esa pequeña sonrisa que ella le daba al caballero no era más que una farsa, lo que preocupó al elegido. Link sabía identificar bastante bien cuando Zelda mentía, el convivir con ella durante una semana entera hizo que este aprendiera a diferenciar cuando su sonrisa era sincera y cuando se encontraba mintiéndose a ella misma. Entre todo este silencio, el elegido aprovechó para sacar algo de su pecho.

— Zelda, no encuentro palabras para agradecerte todo lo que hiciste por mí el día de ayer. — Confesó Link, buscando alegrar, aunque sea un poco a su compañera. — Creo que ambos necesitábamos esto.

— No hace falta que agradezcas, Link... — Respondió la rubia. — Creo que te lo merecías después de haber aguantado mis lloriqueos y mis rabietas...

La preocupación consumió a Link, por lo que, como ya era costumbre, fue directo al grano.

— No quieres volver al castillo, ¿cierto?

— No es eso, Link... — Contestó la heredera al trono. — Hay cosas que extraño, mi laboratorio, a Impa, mis investigaciones, pero... No, supongo que es solo esa sensación de cuando un viaje termina, esa nostalgia y ese peso de dejar todo atrás.

— Está bien. — Dijo serio el elegido, sabiendo perfectamente que Zelda estaba mintiendo de nuevo, pero quizás no quería hablar de ese tema en ese momento. — Sabes que aquí estoy para cualquier cosa que necesites.

— S-Si... Gracias, Link...

La tensión era sumamente grande, pero el hateliano hizo todo lo que pudo para que ella se sintiera tranquila, no podía hacer más. Era un caballero, no un mago. Si, ver a la persona a la que le guardaba cierto aprecio estaba tan decaída era un golpe bajo, pero no iba a insistir más. Si Zelda no quería desahogarse en ese momento, era totalmente entendible.

El viaje duró 5 largas horas. Los hermosos paisajes de Hyrule como los Picos Gemelos o el Gran Coliseo no eran nada importantes para de ninguno de los dos, cada quién se encontraba totalmente perdido en sus propios pensamientos. Fue un viaje como los de antes, invadido por un incómodo e incesante silencio, lleno de miradas perdidas y deseos no cumplidos, todo esto reflejaba a la perfección como se sentían ambos.

The Legend of Zelda: Age of CalamityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora