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Las últimas olas de aquel primer día de verano rompían contra grandes creaciones de piedra creando así un escandaloso a la vez que tranquilizador sonido

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Las últimas olas de aquel primer día de verano rompían contra grandes creaciones de piedra creando así un escandaloso a la vez que tranquilizador sonido.
Zoe, la joven de cabellos rubios se encontraba sentada sobre su tabla siendo zarandeada por el suave bailar de la oleada que el mar brindaba. Estaba lista para cabalgar aquella ola que estaba apunto de llegar cuando escuchó el grito de su madre a sus espaldas y bufó sabiendo que ya no podría coger aquello concentrada. Remó en sentido contrario del que tenía planeado hasta llegar a la orilla donde su madre ya le esperaba con una toalla y un traje el cual aún estaba colocado en su perfecta percha.

– Date prisa vamos a llegar tarde y sabes que no le hará gracia a tu padre. — La mujer comenzó a secar el cuerpo de su hija intentando secarla todo lo que pudiese antes de que pudiese secarse completamente, le extendió el vestido ayudando a la joven a vestirse con mayor velocidad.

– Si le explico que estaba surfeando le dará igual... — Zoe se giró para que su madre cerrase aquella prenda.

– El vestido empapado... De verdad que no se que voy a hacer contigo.

– Si me hubieses dejado coger un par de olas más y llegar algo más tarde a la fiesta a lo mejor aparecería por allí como una de esas chicas refinadas y sosas de esas fiestas. —Canturreó sacudiendo sus pies una vez estuvo completamente fuera de la arena.

Se colocó los incómodos tacones que su madre le ofreció y una vez estuvo lista, ambas mujeres comenzaron a andar hacia el coche que llevaba bastante rato esperándolas.

El camino no era largo, aproximadamente eran unos quince minutos. Únicamente había que subir a las casas del acantilado. Aquellas casas del barrio pijo del pueblo.
Zoe agradecía que sus padres amasen tanto el mar como ella pues aquello le había permitido vivir en una casa en la que en cuanto salías al patio trasero, tus pies se hundían en la cálida arena.

Al final del gran jardín había un DJ subido sobre un pequeño escenario con su mesa de mezclas pinchando lo que era Tech House.
La rubia agradeció cuando vio a su amiga allí pues sabía que no aguantaría demasiado en esas fiestas.

– ¡Pieck!

– Zoe, pensábamos que no ibas a venir.

– ¡Zoe!

La medio hermana menor de Pieck, Gabi. Se abalanzó sobre la recién llegada abrazándola fuertemente. No pudo evitar devolverle aquel saludo pues lo que la rubia sentía por la menor era una relación afectuosa muy importante para ella.

– Oye Gabi, ¿no tienen muy buena pinta aquellos canapés? —Se agachó un poco señalando a uno de los camareros que pasaba con la bandeja. La chica asintió dándole la razón.— ¿Te parece si me traes uno? Me gustaría probarlos.

No hizo falta que dijese nada más antes de que la menor corriese colándose casi entre las piernas de los presentes. De nuevo se enderezó volviendo para que pudiese volver a su conversación con su amiga.

Ocean Eyes || Armin ArlertDonde viven las historias. Descúbrelo ahora