𝗣𝗨𝗘𝗥𝗧𝗔 𝗕𝟳

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𝗡𝘂𝗲𝘃𝗮 𝗬𝗼𝗿𝗸 (𝗝𝗙𝗞) —> 𝗠𝗼𝗻𝘁𝗿𝗲𝗮𝗹 (𝗬𝗨𝗟) —> 𝗗𝗮𝗹𝗹𝗮𝘀 (𝗗𝗔𝗟)

𝗡𝘂𝗲𝘃𝗮 𝗬𝗼𝗿𝗸 (𝗝𝗙𝗞) —> 𝗠𝗼𝗻𝘁𝗿𝗲𝗮𝗹 (𝗬𝗨𝗟) —> 𝗗𝗮𝗹𝗹𝗮𝘀 (𝗗𝗔𝗟)

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CUATRO SEMANAS DESPUÉS

De todas las ciudades a las que había volado a lo largo de mi vida, Nueva York era la única que lograba tener un aspecto diferente cada vez. No importaba la época del año ni la hora del día: su imponente skyline emergía entre la niebla, la lluvia y la nieve, siempre cambiante. Y al mirar los brillantes edificios de Manhattan desde mi ventana esta misma noche, me pregunté qué más iba a cambiar.

Me sentía muy nervioso, y no era capaz de permanecer tendido en la cama, donde solo parecía poder pensar en Marinette. Durante casi un mes, había logrado quedarse grabada en mi mente con aquella aguda lengua suya y todos esos argumentos que se sacaba de la manga. Por no hablar de esas adictivas sesiones de sexo.

Cada noche, mi mente quedaba invadida por pensamientos sobre ella, que me asaltaban también en los momentos más inesperados. La cuestión se me estaba yendo tanto de las manos que hubiera jurado que la semana pasada la vi en la terminal A de Atlanta-Hartsfield International, pero me alejé, sabiendo que solo se trataba de mi imaginación, que me jugaba malas pasadas.

En lugar de tirarme a las diversas mujeres con las que solía quedar en las ciudades a las que volaba, cambiaba de opinión en el último minuto, cancelaba las reservas en los hoteles y evitaba acudir a las citas programadas. Pasaba las noches recluido en los hoteles de escala, rellenando crucigramas en lugar de coños y buscando conceptos en Google en lugar de orgasmos. Y todo porque la mujer a la que necesitaba follar estaba en algún lugar que no lograba localizar, porque quería tener ese tipo de sexo otra vez.

Con las mujeres que tenía archivadas en la agenda de mi teléfono, sabía exactamente cómo comenzaría y terminaría todo, pero las dos veces que me había acostado con Marinette habían sido impredecibles. Además de memorables.

Me levanté de la cama gimiendo y anduve por el pasillo, deteniéndome una vez más en la sala. La pantalla de televisión estaba en el suelo tirada; el metal del marco completamente retorcido y destrozado. Sobre la alfombra gris brillaban fragmentos de cristal de la mesita de café rota, y también había más en el sofá.

Suspiré y di la espalda a aquella sangrienta escena, para marcar de inmediato el número de Jeff.

—¿Sí, señor Graham? —respondió al primer timbrazo.

—Necesito que sustituyas el televisor y una mesita de café por la mañana.

—¿Las ha vuelto a romper?

—No, cuando me desperté ya estaban rotas. Es posible que tenga que presentar un informe a la policía...

—Muy gracioso, señor. Es la sexta vez este mes, la duodécima en lo que va de año.

𝗧𝗨𝗥𝗕𝗨𝗟𝗘𝗡𝗖𝗘𝗦 | 𝗔𝗗𝗥𝗜𝗡𝗘𝗧𝗧𝗘 | +𝟭𝟴 𝗔𝗗𝗔𝗣𝗧𝗘́Donde viven las historias. Descúbrelo ahora